jueves, 23 de febrero de 2012

JAIME FABRA, NACIDO EBANISTA.

Visito a Jaime Fabra en su ebanistería de la Pobla de Vallbona y lo descubro troceando las barras traseras de un lote de sillas.
- "¡Hombre, Pedro...!" -me saluda.
Le pregunto por Juana, su mujer, y añade:
- "Mírala, allí está en la replantilladora".
La oportunidad de ver a Juana manejando la máquina, me ilusiona tanto que dejo a Jaime con la palabra en la boca y corro hacia la replantilladora. Y allí encuentro a Juana, concentrada, atenta, seria y fijando con precisión una nueva barra.

Sonrío satisfecho, como si yo fuese el empresario y ella la mejor oficial de la ebanistería. Sigo observándola y deduzco que Juana es fundamental en la vida de Jaime. Los dos forman un equipo coordinado, afectuoso, compenetrado. Ella está ahí, en la oficina o encolando sillas, conduciendo la furgoneta o comprobando las cuentas, manejando la replantilladora o el ordenador, anotando los pedidos, contrastando datos..., ella está ahí.
Charlo un rato con Juana y le digo que me voy a perder por la nave a tirar fotos.
- "Pero a mi no me saques ninguna..." -ruega un instante antes de que le saque dos fotos.
Y en la nave descubro un rostro que me mira serio y lleno de vida.

Descubro un auténtico cosmos, un auténtico océano de plantillas,  modelos,  tallas, torneados. Allá donde miro descubro maravillas surgidas de la mano de Jaime, me encuentro con maderas nobles, con incrustaciones de ébano o nácar, de caoba o nogal. Descubro los deseos hechos realidad de dibujantes y diseñadores. Ellos saben que Jaime creará lo que  han imaginado, por difícil que sea, por complejo o complicado que sea el diseño.
Casi como un Dios, mi amigo y sus oficiales van dando forma a cualquier capricho, a cualquier mueble, a cualquier deseo por delirante que sea.

Juana y Jaime me acompañan al altillo para darme unas explicaciones, tengo que hacerles un sofá del que no tengo plantillas. Allí arriba, se acumulan decenas de muestras y de restos de series y más plantillaje, más modelaje, cientos de modelos.


Algo difícil de ver hoy en día, un tallista trabajando con las gubias y la pequeña maza y junto a él las manos del calador.

Y junto a él, la pieza ya calada, recortada, perfilada..., esperando el pulimento o el pan de oro, un tono caoba o un plata.
Antes de marcharme entramos en el despacho y nos relajamos un poco, Jaime me confiesa que está cansado, demasiada presión mental, demasiada tensión ante el pedido de su mejor cliente. Un encargo complejo y compuesto de varias docenas de piezas, cada una de distinto diseño y, de nuevo, repleto de tallas,  molduras,  fresados, dorados.
Un reto que pone a prueba Jaime, a Juana y a sus oficiales..., pero que gravita entorno a él y a sus decisiones, a sus conocimientos, a su experiencia, a su intuicion, a su memoria capaz de recordar un modelo que fabricó hace siete años y que ni siquiera estaba ya en el banco de datos del cliente.
Sonrío y trato de explicarle a Jaime porque es capaz de recordar aquel modelo.
- "Por las horas que dedicaste a él, por las preocupaciones que te causó, por el tiempo y la concentración que te supuso...., pero lo más cachondo es cuando viene el cliente, lo mira y dice "pues no me acaba de gustar....".
Jaime sonríe cabeceando.
- "Así es, Pedro, así es".

martes, 21 de febrero de 2012

MAPI, DISEÑO Y AUDACIA EN UN SOFÁ DE 3, 50 METROS.



El Mapi es un sofá que fabrico, en exclusiva, para una prestigiosa firma salmantina; es tan especial y espectacular que no cabe en la mesa de montaje, de hecho fabrico este esqueletaje en cuatro piezas, dos módulos de 1,50 independientes y los dos brazos también independientes.
Una vez tapizado con decenas de cuadrantes, que juegan con el ancho de la platabanda (frontal del sofá) y con el ancho del brazo de 18 centímetros de madera desnuda y colocado en su lugar, el Mapi se une con tornillos y queda impresionante, sobrio, repleto de pequeños cojines que tratan de salvar su profundidad algo exajerada, llega al 1,20 con todos sus rellenos.
Técnicamente no es un esqueleto complicado pero si muy ávido de madera, realmente luce cuando los tapiceros lo visten y cuando sus brazos con esa media luna tan marcada parecen retar a las predominantes líneas rectas del conjunto.
En esta ocasión, el Mapi irá acompañado por dos enormes pufs de 1.00 x 1.00, imagino que para añadir espectacularidad al potente sofá capaz de llenar, por si sólo, el salón más hostentoso. Los primeros tablones preparados para trocear y componer los dos módulos de asiento.

Yo mismo "abriendo" las tablas para después regruesar a la medida definitiva.

A falta de colocar los largueros para cinchar y rematar el respaldo.
Aquí ya se pueden ver los refuerzos en costados y delanteros para soportar la presión de las cinchas elásticas del asiento. También la tablilla central que ayudará a colocar una pieza de goma espuma que actuará amorttiguando la flexión del cinchado.
Encolando un bloque de madera para las "medias lunas" de los brazos.
Y una segunda encolada ya con las vueltas cortadas.
Planteando los reposabrazos.

La pareja de brazos ya terminada.
El Mapi y uno de sus pufs independientes, bajo el sol del atardecer.

sábado, 18 de febrero de 2012

HOY HACE UN AÑO QUE MURIÓ EL VIEJO EBANISTA.

El viejo ebanista y alguna de mis hermanas, esa pared del fondo repleta de plantillas es la misma que la de la foto de abajo, hecha por mi sobrina Anna. Una vieja foto impensable hoy en día. Mi madre criaba a sus hijas en la misma planta baja en la que papá trabajaba, aún en aquel corral alquilado. Unos años después, los dueños de la planta baja le propusieron que comprase la vivienda y un préstamo de mi abuela materna consiguió que hoy en día yo tenga un bajo donde poder ganarme la vida gracias al sacrificio de ellos, de papá y mamá.
Tres de mis hermanas posando sobre la Universal, una de esas máquinas que papá compró lleno de ilusión y valentía.
Imagino que mi abuela paterna Agueda, en la misma planta baja vivienda-carpinteria-hogar-taller.

Y hoy hace un año que falleció papá, el viejo ebanista que decidió establecerse en el corral de una planta baja, los propietarios se lo alquilaron y allí empezó a trabajar por su cuenta después de pasar años como aprendiz y después de trabajar en varias ebanisterías.
Y ahora visto así, en la distancia, descubro que papá fue un visionario. Fué capaz de creer en su proyecto cuando todo estaba en su contra, fué capaz de renunciar a la dependencia de las serrerías cuando en aquella época pocos talleres de carpintería tenían maquinaria propia. Compró máquinas ante el pasmo de los dueños de esas serrerías que le auguraban un fracaso estrepitoso, pero aprendió a manejarlas y a partir de ese momento se convirtió en un diminuto industrial que tan solo dependía de si mismo.
Con los años, llegó a contratar a varias personas, de hecho, uno de esos primeros aprendices me visita día si, día no, incluso a veces, si me pide un favor le digo:
- "Joder Pepe, coje lo que te haga falta y córtatelo tú mismo..." -entonces le observo en la sierra de cinta y me doy cuenta de que no ha perdido las maneras.
Y tengo la certeza de que papá trató dignamente a la gente que trabajó con él, seé que fue de los primeros industriales en dejar de trabajar los sábados; a papá le gustaba ir a pescar los sábados, le gustaba vivir.
Los años pasaban y nacimos mis cuatro hermanas y yo, por esa época decidió que los viernes se entraría a trabajar una hora antes y se terminaría a mediodía haciendo una hora más...., sus trabajadores disfrutaban de un fin de semana entero desde las tres de la tarde y papá, mamá y nosotros también.
Hoy hace un año que papá murió y hoy ha despertado un día fabuloso lleno de sol, de luz, de trinos y de vida.., aquí en las Tierras Altas, en el chalé que hizo y que disfrutó, incluso en sus últimos años.
Llegó a nadar en la piscina, a mantenerse a flote pese a las brutales secuelas del ictus, llegó a sonreír y tan sólo desfalleció un par de días antes de fallecer.
Recuerdo que estaba sentado junto a él, viendo un western de Burt Lancaster..., pero a papá ya no lo importaba el argumento, intuía que estaba llegando al final.