viernes, 11 de abril de 2014

EL 2 DE ABRIL HANS WEGNER HABRIA CUMPLIDO 100 AÑOS.


    No sabía que, el pasado 2 de abril, Hans Wegner habría cumplido 100 años, me lo ha dicho Patricia, una amiga gallega que pronto compartirá el salón de su casa con dos réplicas de otro diseñador fascinante..., de Grant Featherston, no podía ser de otra manera.
  Pero este centenario de Hans Wegner tiene un sabor especial, justo por esas fechas, entre el 1 y al 4 de abril, Héctor Díaz tapizaba el primer Papa Bear que le envié y no deja de ser curioso que sea, precisamente, en las cálidas y volcánicas tierras canarias donde haya despertado el oso que surgió del frío norte europeo.
   Hoy me ha enviado las fotos y me he emocionado, he recordado todos los problemas que tuve con aquel primer Papa Bear, pero ahora me doy cuenta de que ha valido la pena.


domingo, 2 de marzo de 2014

UN OSO EN LOS JARDINES DEL RIO TURIA.


    Recuerdo el día en el que María me envió un enlace para que viese como Hans Wegner promocionaba su Papa Bear, a principios de los años cincuenta. En el enlace, se le podía ver sentado en su oso particular, domesticado y dulzón, acogedor y cálido. Wegner parecía un adolescente inquieto y se sentaba de medio lado o colgaba una pierna por encima del reposabrazos..., venía a decirnos que dentro del Papa Bear te podías sentar como te daba la gana, bien erguido, para leer atentamente, o repantigado, cruzado o como abrazado a las garras del bonachón plantígrado.


  También recuerdo una serie de fotos del Papa Bear dejado caer en medio de un frondoso bosque, podría ser un espeso hayedo o un bosque de fresnos, de arces o de robles..., todas maderas nobles que aquellos diseñadores daneses no vacilaron en usar para dar forma y volumenes a sus diseños.
    Aquella imagen me impactó y finalmente decidí cargar con uno de los osos, después de dormirlo con un dardo, y bajarlo a los jardines del río Turia.


  Lo que me rodeaba no era un hayedo, ni un bosque interminable de coníferas, era una pequeña umbría en la que los olivos alzaban sus ramas libres de podas, incluso recordaban al amplio copete del Papa Bear. Me fijé en los retorcidos troncos y en las ricas texturas de una corteza que escondía una hermosa madera.
   Decidí que ese era el lugar, entre viejos olivos que observarían al Papa Bear como a un turista de piel blanca y ojos azules llegado del frío norte de Europa, de la misma forma que el oso se preguntaría qué árbol era ése que también le miraba como los ojos de un anciano milenario.



martes, 25 de febrero de 2014

EL OSO..., EL PAPA BEAR HA REGRESADO AL VIEJO TALLER DE ESQUELETAJE.




    
  El invierno languideció antes de lo esperado y las cumbres nevadas comenzaron a mostrar su roca gris, a medida que la nieve y el hielo se fundían, derramándose, ruidosamente, desde los arroyos de la alta montaña hasta las praderas, en las que los pastos volvían a reverdecer. 



      La primavera se asomaba y los osos comenzaban a despertar en sus cuevas, hambrientos, famélicos y sin apenas grasa en sus cuerpos. Por éso trotaban desmañados y con los pesados pelajes deslizándose entre sus osamentas..., me habían visto y sabían que les tenía miedo, pero no era la primera vez que me enfrentaba a ellos, a los osos, al Papa Bear...., esta vez les estaba esperando.


miércoles, 15 de enero de 2014

SEDERE..., UN FASCINANTE VIAJE AL MEJOR DISEÑO DEL SIGLO XX.



                               Sedere..........................., del latín "estar sentado".


   Duna y yo rodabamos lentamente por la calle Grabador Esteve de Valencia y al llegar a la altura del número15  paramos, giré la cabeza y sonreí ante la fachada acristalada de Sedere.


   - Mira Duna..., ahí estan todos... - murmuré mientras la voluptuosa silueta del Egg de Arne Jacobsen destacaba en un universo de colores y formas, en un cosmos de diseños geniales- Eames, Pauchard, Wegner, Breuer, Saarinen, Panton...., están todos, venga vamos a verlos.
    Entré lentamente, titubeando y sonriendo como un niño desbordado ante un tornado de juguetes que giraban a su alrededor, casi como lo estaban haciendo en esos momentos todos los iconos del diseño del siglo XX, incluso algunos me  recordaban a aquellos miticos aereoplanos de tela y madera que se elevaban vacilantes despues de lanzarse temerariamente sobre caminos de tierra apelmazada...., pero no eran aereoplanos, eran las Shell Chairs de Hans Wegner, unas magnificas piezas concebidas con madera contrachapada curvada y tapizadas sutilmente. Wegner huía de los tapizados y prefería mostrar la madera en toda su plenitud, aunque con su conocido Papa Bear se entregó a un tapizado casi integral.

 

   Pero finalmente las Shell Chair despegaron y empecé a sentirme como un piloto de observación de la Primera Guerra Mundial. Realmente sobrevolaba toda la tienda y me deleitaba contemplando a los poderosos Egg, esos sillones ovales que Jacobsen diseñó como espacios intimos y personales para ser expuestos en espacios abiertos y publicos como el SAS-Royal Hotel de Copenhague, allá por los años 70.

 

 El paseo aereo continuaba y mis ojos se deleitaban contenplando la mezcla de materiales, casi como los mosaicos de las campiñas europeas vistas desde el aire, madera, fibras de vidrio y resinas, acero, piel. 



A veces, el aereoplano pasaba entre el laberinto de patas y soportes ideados por los Eames y, en otras ocasiones, daba un amplio giro y volvía a mirar hacia esos sillones de formas futuristas, casi como nidos en los que cobijarse, espacios que robaban protagonismo a las propias viviendas donde estaban alojados, piezas de diseño que desde los años 30 llegaban hasta los inicios del siglo XXI con más vigencia que nunca.
  Estaban vivos y seguían siendo ejemplos a seguir, diseños que siempre nos iban a inspirar, modelos que pervivían al paso del tiempo y de las modas.  


   El vuelo no podría tener fin pero el motor ha comenzado a toser y soltar fumarolas negras, he visto como la hélice daba sus últimas vueltas y he tenido que aterrizar, he tenido que volver a la realidad, después de ese viaje entre los mejores diseños del siglo XX, pero aún quedaba algo más que reposaba abierto como un abanico sobre el cojín de uno de los Egg..., era el catálogo que Bea, Diana y Rafa habían diseñado para presentar todas esas piezas míticas. Una auténtica minienciclopedia repleta de información, repleta de historia y de vivencias y anécdotas de aquellos diseñadores que seguirían asombrando al mundo décadas después.


  Anécdotas como la que vivió Carlyle Wilton cuando vió como su silla Navy era lanzanda por una ventana por el general Wilton. La silla se precipitó al vacío. Más tarde, el militar la examinó y decidió conceder el contrato a Wilton, la silla Navy estaba intacta y, por tanto, era apta para equipar a la marina de EE.UU.
  La visita a Sedere ha sido un placer y aprovecho para darles las gracias a Bea, a Diana y a Rafa por habernos dado la oportunidad de ver y tocar estas réplicas, estas piezas fantásticas que marcaron hitos en la historia del diseño y que nos hablan de personas audaces, de miras infinitas y llenas de pasión. Todas estas piezas guardan unas historias fascinantes que debemos conocer para poder apreciar el valor de estas creaciones, para saber un poco más de la evolución del diseño y de los conceptos que movían a crearlas, de los resortes mentales que saltaban cuando alguna idea surgía de una visión, como la que tuvo Marcel Breuer al fijarse en las curvas del manillar de una bicicleta allá por los años 30..., a partir de ese momento el famoso sillón Wassyli empezaba a tomar forma en su mente.

jueves, 4 de octubre de 2012

AD,Architectural Digest, octubre 2012.



 
  Si en el mes de septiembre AD nos daba un baño de colores para mitigar el trauma post vacacional y nos enseñaba una portada colorista y alegre, en este mes de octubre vuelve con una portada preciosa, rosada y erótica, casi provocativa y con el foco de atención centrado en un sofá diseñado por el genial Dalí, que reposa, casi lascivo, en uno de los salones de la casa de Diane Von Furstenberg
  Sobre esos enormes labios podremos distinguir un cojín, un cuadrante con motivos blancos y negros; el mismo tejido de unas sillas que rodearán a una elegante y sutil mesa de cristal sustentada por un árbol, por un entramado de ramas y raíces que ya no se hunden en la tierra y que no alimentan a ninguna hoja verde, pero que recuerda a esas acacias, a cuyas ramas  trepan los leopardos cargados con sus gacelas degolladas, allí en el  continente Madre, para después inspirar a diseñadores  y creativos que llenarán las paginas de AD con sus felinos estampados, otra tendencia que  llega con fuerza pero que, al  tiempo, inquieta. En la mente de homo, en sus rincones más profundos, la piel del leopardo sigue despertando el miedo, la angustia ante el predador que se confundía entre las sombras de la sabana.


   Pero cuando seguimos ojeando este número de octubre, descubrimos que ya estamos muy alejados de la sabana y de nuestros ancestros y los gurús ya no son hechiceros que agitan plumeros y sonajeros repletos de huesecillos y colmillos. Los gurús diseñaron iconos entre los años 50 y 70 y AD los recupera para el lector, dedicando unas páginas a Mies Van der Rohe y a Marcel Breuer, más vigentes que nunca. Los dos trabajaron el acero cromado y crearon formas sinuosas que siguen hipnotizando, que siguen gustando y que permanecen inalterables. 



   Pero se podría decir que AD no deja lugar a la vulgaridad y sus páginas rezuman tendencias, modas, elegancia, las huellas de esos gurús de la moda, de la decoración, del diseño…, y el vintage está más vivo que nunca, aparece en muchas de las casas a las que nos invita a visitar, incluso descubro una pareja de Papa Bear, un par de sillones muy interesantes diseñados con el mimo habitual de Hans Wegner y que se acerca a las características de ese vintage resucitado.


   El Papa Bear es un sillón grande, amplio, quizás con demasiado volumen en la parte alta del respaldo y con formas algo estáticas pero compensadas por esos brazos que surgen hacia delante, cerrando el espacio y rematados con unas piezas de madera vista que garantizarán que, la persona que reposaba, pueda apoyarse en ellos para levantarse. Realmente, más allá de su funcionalidad, esos remates en madera son como una especie de guiño de Wegner a su propia esencia, a su pasión por trabajar con la madera desnuda y tan sólo arropada por la cuerda o la pita. Al genial creador no le gustaba demasiado recubrir sus creaciones con telas…, pero el Papa Bear fue la cómoda y cálida excepción. Por cierto, hace ya semanas que estoy planteándome fabricar uno de estos Papa Bear, un día de estos me pongo a diseñar las plantillas.
   Y hablando de Wegner, no se que pensaría si hubiese ojeado el catalogo de El Corte Inglés, que este mes acompaña a AD. Un catálogo que deja entrever que el gigante también ha sentido la dentellada de la crisis y se lanza a promocionar sus complementos del hogar de la mano de las revistas de decoración mas prestigiosas. Citaba a Wegner porque en el catálogo se cuela un chirriante gazapo…, bueno, realmente dos. En la colección Urban-class se nos presenta a la legendaria silla CH-24 de Wegner con nuevo nombre y nuevo acabado, se habla del sillón Shangai en madera de teka recuperada,  cambio de nombre, incluso, cambio de materia prima. 
   La silla Whysbonne, como también se la conoce, siempre se realizó con maderas de origen danés como el haya, el fresno o el arce…., y no con maderas asiáticas. El segundo gazapo surge en la sección de regalos en forma de un galgo de resina, que habría comprado gozosamente de no ver unas horripilantes orejas, larguísimas, onduladas e insultantes. ¿Dónde quedan esas rosetas tan características de los galgos, de los lebreles…?, ¿ dónde quedan esas orejas plegadas contra el cráneo y que dotan a los galgos de esa expresión tan especial…?, ¿en el olvido o en la ignorancia…?.