Si en el mes de septiembre AD nos daba un baño de colores para mitigar
el trauma post vacacional y nos enseñaba una portada colorista y alegre, en
este mes de octubre vuelve con una portada preciosa, rosada y erótica, casi
provocativa y con el foco de atención centrado en un sofá diseñado por el
genial Dalí, que reposa, casi lascivo, en uno de los salones de la casa de Diane
Von Furstenberg.
Sobre esos enormes labios podremos distinguir un cojín, un cuadrante con motivos blancos y
negros; el mismo tejido de unas sillas que rodearán a una elegante y sutil mesa
de cristal sustentada por un árbol, por un entramado de ramas y raíces que ya
no se hunden en la tierra y que no alimentan a ninguna hoja verde, pero que recuerda
a esas acacias, a cuyas ramas trepan los
leopardos cargados con sus gacelas degolladas, allí en el continente Madre, para después inspirar a
diseñadores y creativos que llenarán las
paginas de AD con sus felinos estampados, otra tendencia que llega con
fuerza pero que, al tiempo, inquieta. En
la mente de homo, en sus rincones más profundos, la piel del leopardo sigue
despertando el miedo, la angustia ante el predador que se confundía entre las
sombras de la sabana.





Pero cuando seguimos ojeando este número de octubre, descubrimos que
ya estamos muy alejados de la sabana y de nuestros ancestros y los gurús ya no
son hechiceros que agitan plumeros y sonajeros repletos de huesecillos y
colmillos. Los gurús diseñaron iconos entre los años 50 y 70 y AD los recupera
para el lector, dedicando unas páginas a Mies Van der Rohe y a Marcel Breuer, más
vigentes que nunca. Los dos trabajaron el acero cromado y crearon formas
sinuosas que siguen hipnotizando, que siguen gustando y que permanecen
inalterables.


Pero se podría decir que AD no deja lugar a la vulgaridad y sus páginas
rezuman tendencias, modas, elegancia, las huellas de esos gurús de la moda, de la decoración, del diseño…, y el vintage
está más vivo que nunca, aparece en muchas de las casas a las que nos invita a
visitar, incluso descubro una pareja de Papa Bear, un par de sillones muy
interesantes diseñados con el mimo habitual de Hans Wegner y que se acerca a
las características de ese vintage
resucitado.

El Papa Bear es un sillón grande, amplio, quizás con demasiado volumen
en la parte alta del respaldo y con formas algo estáticas pero compensadas por
esos brazos que surgen hacia delante, cerrando el espacio y rematados con unas
piezas de madera vista que garantizarán que, la persona que reposaba, pueda
apoyarse en ellos para levantarse. Realmente, más allá de su funcionalidad,
esos remates en madera son como una especie de guiño de Wegner a su propia
esencia, a su pasión por trabajar con la madera desnuda y tan sólo arropada por
la cuerda o la pita. Al genial creador no le gustaba demasiado recubrir sus
creaciones con telas…, pero el Papa Bear fue la cómoda y cálida excepción. Por cierto, hace ya semanas que estoy planteándome fabricar uno de estos Papa Bear, un día de estos me pongo a diseñar las plantillas.
Y hablando de Wegner, no se que pensaría si hubiese ojeado el catalogo
de El Corte Inglés, que este mes acompaña a AD. Un catálogo que deja entrever
que el gigante también ha sentido la dentellada de la crisis y se lanza a
promocionar sus complementos del hogar de la mano de las revistas de decoración
mas prestigiosas. Citaba a Wegner porque en el catálogo se cuela un chirriante
gazapo…, bueno, realmente dos. En la colección Urban-class se nos presenta a la
legendaria silla CH-24 de Wegner con nuevo nombre y nuevo acabado, se habla del
sillón Shangai en madera de teka
recuperada, cambio de nombre, incluso,
cambio de materia prima.
La silla Whysbonne, como también se la conoce, siempre
se realizó con maderas de origen danés como el haya, el fresno o el arce…., y
no con maderas asiáticas. El segundo gazapo surge en la sección de regalos en
forma de un galgo de resina, que habría comprado gozosamente de no ver unas
horripilantes orejas, larguísimas, onduladas e insultantes. ¿Dónde quedan esas
rosetas tan características de los galgos, de los lebreles…?, ¿ dónde quedan
esas orejas plegadas contra el cráneo y que dotan a los galgos de esa expresión
tan especial…?, ¿en el olvido o en la ignorancia…?.