miércoles, 26 de marzo de 2014

RECUERDOS, PLANTILLAS Y OREJEROS.



   El lunes sentí miedo cuando la universal empezó a hacer un ruido raro, enseguida me vino el recuerdo de cuando se gripaban los rodamientos del eje principal. 
   Aquello suponía una especie de gran parada y, entre papá y yo, lográbamos cambiar los rodamientos, pero papá ya no estaba y yo, sólo, me sentía incapaz de cambiarlos. Probé a mover el eje con la mano y lo noté como trabado, entonces se me ocurríó comprobar algunas de las poleas de arrastre y descubrí que estaban a punto de romperse. Cambié las tres poleas, engrasé los rodamientos y desapareció el ruido, pero el olor de la grasa quedó en mis manos, recordándome, una y otra vez, a él, a papá, durante ese día entero que duraba la gran parada.
  Y al día siguiente, ya mucho más relajado,  salí a hacer los 60 kilómetros de siempre, con la bici de carretera, deseando llegar a ese campo abandonado de naranjos para comerme un par de sus deliciosas, dulces y jugosas, naranjas.
  Mientras las pelaba observaba las flores del azahar y las nuevas hojas de un verde oscuro, limpio y sano, lleno de vida.  El viento arreciaba y con el móvil apagado y guarecido tras sus ramas, me sentía solo en el mundo, era de nuevo Neville, comiendo de lo que daba la tiera, bebiendo agua cogida de una fuente y lavándome las manos con esa misma agua. En ese momento, un recuerdo ha surgido de no sé donde y he visto a mi padre cuando se lavaba las manos al final de las jornadas de pesca en el Perellonet.
    - Échame agua, Pedrín -me pedía, mientras yo vertía de la botella.
  Después me lavaba yo y regresábamos a casa en el Seat 124, por la noche llegaba a soñar con el suro y en cómo se hundía cuando picaban las llisas, de manera sutil y delicada.
   Despues de regresar a la realidad, he pedaleado hasta casa y a última hora de la tarde una peculiar luz se ha asomado por el taller, me ha recordado a la luz que lo inundaba antes de que el barrio creciese y las viviendas se alzaran deteniendo la luz del sol.


   Ha sido una imagen del pasado y del presente, el taller, sus tablones y las plantillas colgando de las fatigadas paredes, el dibujo de un orejero en papel, después dibujadas en cartón y, finalmente, sobre la madera.


  Con el sacabocados he hecho los agujeros en las nuevas plantillas, las he unido con un cordel y el nuevo orejero ha quedado colgado junto a las decenas de modelos que reposan, casi eternamente, hasta que alguien vuelve a acordarse de ellos.
  Es curioso, papá cubrió estas paredes con sus plantillas y la historia se repite, ahora voy colgando, poco a poco, las mías, dejando un registro de las modas y de las tendencias de cada época, de cada década, de los deseos de las personas.  
    

domingo, 4 de marzo de 2012

UN SOFA DE DISEÑO ITALIANO PERO CON ARMAZÓN Y TAPIZADO ESPAÑOL.




Muchas veces, las clientas llegan con revistas de decoración, con recortes o con un catálogo italiano de sofás en el cual han encontrado uno que les gusta, uno de esos modelos de diseño, uno de ésos que, perfectamente, podrían ilustrar alguno de esos catálogos de firmas de renombre , prestigiosas, elitistas, exclusivistas y de precios disparatados, caros y, a veces, injustificables.


En este caso, el sofá se caracterizaba por un frontal muy estrecho y una enorme pieza de goma-espuma ocupando todo el asiento, sustituyendo a los tradicionales cojines, incluso en el respaldo, al tiempo que la clienta habia anotado, sobre el catalogo, algunas medidas especiales respecto a la altura del brazo.
Estuve haciendo algunos bocetos y al final volví a recurrir a las plantillas hechas por mi padre hace más de diez años. El modelo Javea, convenientemente modificado, podría valer para replicar ese modelo italiano.

Y de nuevo papá echándome una mano con sus letras, con sus números, con la pasión del viejo ebanista.

Los largueros cortados en la sierra de cinta y preparados para cepillar y regruesar en la Universal.

El respaldo ya montado.

Resposabrazos delantero y el larguero listos para ensamblarse a caja y espiga.

Y el modelo italiano de encargo hecho una realidad.

Se puede observar la superficie plana del asiento que recibirá
un tablero al cual se habrá pegado el gran bloque de goma-espuma, prescindiendo del tradicional cinchado con bandas elásticas.

Detalle del resplado, espontaneo incluido, je, je, je.
Y el sofá que tan solo existía en un catálogo y en la ilusión
de una clienta con gusto.


sábado, 18 de febrero de 2012

HOY HACE UN AÑO QUE MURIÓ EL VIEJO EBANISTA.

El viejo ebanista y alguna de mis hermanas, esa pared del fondo repleta de plantillas es la misma que la de la foto de abajo, hecha por mi sobrina Anna. Una vieja foto impensable hoy en día. Mi madre criaba a sus hijas en la misma planta baja en la que papá trabajaba, aún en aquel corral alquilado. Unos años después, los dueños de la planta baja le propusieron que comprase la vivienda y un préstamo de mi abuela materna consiguió que hoy en día yo tenga un bajo donde poder ganarme la vida gracias al sacrificio de ellos, de papá y mamá.
Tres de mis hermanas posando sobre la Universal, una de esas máquinas que papá compró lleno de ilusión y valentía.
Imagino que mi abuela paterna Agueda, en la misma planta baja vivienda-carpinteria-hogar-taller.

Y hoy hace un año que falleció papá, el viejo ebanista que decidió establecerse en el corral de una planta baja, los propietarios se lo alquilaron y allí empezó a trabajar por su cuenta después de pasar años como aprendiz y después de trabajar en varias ebanisterías.
Y ahora visto así, en la distancia, descubro que papá fue un visionario. Fué capaz de creer en su proyecto cuando todo estaba en su contra, fué capaz de renunciar a la dependencia de las serrerías cuando en aquella época pocos talleres de carpintería tenían maquinaria propia. Compró máquinas ante el pasmo de los dueños de esas serrerías que le auguraban un fracaso estrepitoso, pero aprendió a manejarlas y a partir de ese momento se convirtió en un diminuto industrial que tan solo dependía de si mismo.
Con los años, llegó a contratar a varias personas, de hecho, uno de esos primeros aprendices me visita día si, día no, incluso a veces, si me pide un favor le digo:
- "Joder Pepe, coje lo que te haga falta y córtatelo tú mismo..." -entonces le observo en la sierra de cinta y me doy cuenta de que no ha perdido las maneras.
Y tengo la certeza de que papá trató dignamente a la gente que trabajó con él, seé que fue de los primeros industriales en dejar de trabajar los sábados; a papá le gustaba ir a pescar los sábados, le gustaba vivir.
Los años pasaban y nacimos mis cuatro hermanas y yo, por esa época decidió que los viernes se entraría a trabajar una hora antes y se terminaría a mediodía haciendo una hora más...., sus trabajadores disfrutaban de un fin de semana entero desde las tres de la tarde y papá, mamá y nosotros también.
Hoy hace un año que papá murió y hoy ha despertado un día fabuloso lleno de sol, de luz, de trinos y de vida.., aquí en las Tierras Altas, en el chalé que hizo y que disfrutó, incluso en sus últimos años.
Llegó a nadar en la piscina, a mantenerse a flote pese a las brutales secuelas del ictus, llegó a sonreír y tan sólo desfalleció un par de días antes de fallecer.
Recuerdo que estaba sentado junto a él, viendo un western de Burt Lancaster..., pero a papá ya no lo importaba el argumento, intuía que estaba llegando al final.

martes, 7 de febrero de 2012

Y EL CAPRI YA ENSAMBLADO.

Y,  poco a poco, el sillón orejero va tomando forma, ahora sólo queda ensamblar los costados y montar las orejas.

Las costados, brazos y orejas recién mecanizados entre la famosa y siniestra tupi y la universal.


Las piezas junto a los respaldos y delanteros, listas para montar.

El Capri ya montado y bien sujeto con los gatos, los mismos que usaba mi padre y que han apretado varios miles de piezas entre butaquitas, pufs, banquetas, sillones, sofás, divanes, sillas, silloncitos.

El orejero a falta de pulimentar las patas, después llegará el turno del tapicero, de las telas, del hilo, de los rellenos, de las cinchas elásticas, del gusto y del mimo de sus manos.


Y justo cuando terminaba los tres orejeros, Joaquín me llamaba para confirmarme que la clienta había decidido colocar también un hermano mayor de los sillones, un sofá orejero de 1.60 m.
En la imagen se puede ver ya con las patas pulimentadas.