jueves, 25 de junio de 2015

CHESTER EN DECONSTRUCCION, HOMBRES EN CONSTRUCCIÓN.



    

 


 La madera ya no está oculta, la madera ya no está  vestida pero tampoco es madera vista, tampoco es el esqueletaje tapizado, forrado, revestido de telas y colores, ceñido con costuras, con puntadas cortas y pretas, no hay otra forma de trabajar, por eso las mano del tapicero no saben deconstruir, o no quieren deconstruir al Chesterfield, al mas noble de entre los muebles tapizados, ese que fue encargado por un conde ingles, un sofá de club, un sofá regio y grave, testigo de las trascedentes charlas en los exclusivos clubes, frecuentados por lores y nobles de moral intachable y al tiempo inconfesable.

 
 
 
 
 
   Nadie puede deconstruir un Chesterfield, nadie puede desnudar a un lord ingles públicamente, por eso al tapicero le cuesta tapizarlo así, como de malas maneras, dejando al aire los nudos de los tiros, mostrando las tripas, la gloria y la arpillera, los refuerzos oxidados y los gabarrotes..., pero el tapicero deconstruye y se reconstruye a si mismo, evoluciona y escucha al cliente, trata de asimilar su gusto por lo deconstruido, por lo que demanda una parte del mercado que no puede esperar y que cree que la inmediatez de internet se puede aplicar a un mueble, a un sillón, a un hacer artesano.



 
  El tapicero crece y descubre que con sus manos puede satisfacerle, descubre que hay un camino extraño que serpentea entre lo viejo y entre lo inacabado que puede ser hermoso, se sorprende de que imitando la vejez y la fatiga hace feliz al cliente que ya no tiene tiempo de comprar un Chester para dejarlo envejecer, no tiene mas remedio que deconstruirlo para venerarlo, para verle sus tripas, quizás para buscar algo entre lo de fuera y lo de dentro, a medio camino entre lo que vemos y lo que imaginamos...., y tapiceros y esqueleteros crecen, se desnudan.....


 
 

 
....... se despojan de las ropas demasiado pesadas, de las vendas de los ojos y echan a caminar por los nuevos caminos, por las estrechas sendas que la crisis ha dejado libre de escombros porque quien no siga esa senda que se retuerce entre cadáveres terminará siendo mas de uno de esos cadáveres..., como esos que se descubren en el horizonte, envueltos en aparente grandeza, en aparente vistosidad pero alzados sobre la soberbia y la estupidez, sobre la estafa y el saqueo a un pueblo con su verdadera identidad quemada, abandonada, reducida a huertas olvidadas y a alquerías ocupadas en las que ya no se habla castellano ni valenciano.


 
  

lunes, 15 de junio de 2015

SENTIMIENTOS, RECUERDOS, MADERA FATIGADA.



    
 
 
 
 No conozco a la clienta, pero no debe ser joven, debe ser mayor, con años, algunos menos que el armazón que ha llevado al tapicero para retapizar. Pero la madera guarda casi tantos recuerdos como la mujer, los recuerdos de las grapas, de las tachas, de los gabarrotes, de las telas que lo vistieron, de las personas que se sentaron en él, que rieron y lloraron, que leyeron novelas y que tomaron café, porque es un sofá de salita o de recibidor, sin madera vista y sin estilo de rey o de reina, una pieza humilde y callada, que escuchó el rumor de la lluvia y las voces bajas de las confesiones, de los susurros, después las toses y el quejido de la vejez, el lamento silencioso.
   El tiempo pasado, la piel ya marchita, como la propia madera fatigada, pero digna, con hechuras de ebanista, con porte, con un final honesto, extenuado, yaciendo como venerables restos de vidas pasadas.
 



 
 
 
 
 

viernes, 5 de junio de 2015

ENTRE WEGNER Y THONET..., UNAS SILLAS PRECIOSAS.




   
    
 
 
 
  Sin tallas, sin molduras, sin torneados, madera lisa, moldeada, revirada y ensamblada que se extiende, que vuela y que gira prolongándose hacia las manos de quien se siente en ellas.
 
 
 
 
 

 
 
 
   Me parece ver una especie de vertebra, creo ver una pieza orgánica que resulta excitante y que atrae como si formase parte de mi propio cuerpo, como una proyección de nuestra naturaleza que da forma a una sillas esbeltas y fascinantes que aparecen ante mis ojos como el diseño en el que habrían coincidido Wegner y Thonet.
 
 
 

 
 
 
   Las descubro en la tapicería de Juan Vicente Comes, escondidas entre rollos de fibra, entre restos de goma espuma, entre sillones que esperan ser retapizados..., y mis ojos se abren desmesuradamente, mi imaginación se dispara y durante unos segundos creo que estoy ante dos The Chair, pero pronto descubro su liviano armazón metálico, sutil, fino, elegante y que se inspira en las patas de la 14 de Thonet, creando una silla preciosa, altiva, oriental, anónima pero llena de estilo y elegancia, tan ágil como una bailarina y tan equilibrada que invita a contemplarla sin sentarse.