martes, 7 de abril de 2015

UN AUSTRALIANO EN GUERNICA.





     Han sido varias semanas durmiendo junto al primer Wing Chair que fabriqué, inspirándome en el icono de Grant Featherston.
 Noches en las que he descubierto que el hijo del Wing Chair podía convertirse en uno de los orejeros con mas estilo y comodidad de todo el mundo, con tan solo unos leves retoques, con unas sutiles mejoras.
  Ahora, en el nuevo Wing Chair, la espalda llega enseguida al guardariñon y la nuca se posa con suavidad sobre un arco que se cierra y que envuelve  dócilmente, entre unas orejas que también se han replegado, buscando crear un cuenco acogedor, sin aristas ni ángulos abruptos que se sustenta en un nuevo fuste, en una cruceta mas solida y fiable.
  El Wing Chair parece haberse encogido ligeramente, quizás para poder moverse por todos los hogares, para poder esconderse en cualquier habitación, para colarse entre las puertas mas estrechas..., para no dejar ni un solo rincón sin su momento de relax y calma.



 

  Las líneas de las costuras fluirán sobre unos reposabrazos que han crecido para que las muñecas descansen, para que los codos se apoyen o para que las manos ayuden a levantarse cuando cese el descanso y el sosiego que rezuma de ese orejero australiano que llegó a Guernica buscando a Ainhoa.