jueves, 8 de agosto de 2013

COLMENAS MUERTAS, MADERA MUERTA.



   El viejo taller de esqueletaje está cerrado, con Duna cubierta por su lona y con las máquinas calladas, en silencio..., aunque me puedo imaginar los sonidos que atraviesan los muros de ladrillo macizo. Recreo esos sonidos durante unos instantes hasta que me encuentro con las viejas colmenas, olvidadas y abandonados junto a una coscoja que crece sobre una tierra agradable, rojiza y de textura esponjosa. Una tierra que se escurre entre los dedos como lo haria la arena de un reloj.
  Me acuclillo junto a ellas y observo la madera muerta, gris y agrietada. Pienso en Clara y en Dana y dudo de que ni la magia que rezuman las manos de estas mujeres podría devolver la vida a estas tablillas que en su día albergaron a centenares de abejas.

                                 







    La manada se acerca curiosa y se roza contra mi, percibo sus alientos calientes junto a mis orejas y sus cuerpos ardientes pegados a mis brazos. Jadean y olisquean los rastros de los conejos, gimotean y escucho el murmullo del pinar, la brisa mece sus aciculas y me cuentan la historia de las colmenas, de esas abejas que extrajeron de sus nectares sustancias con las que impregnaron el interior de esas colmenas. Antibioticos naturales que mantenían la colonia protegida contra las bacterias, me cuentan también que las  abejas ya estan muertas, obreras y reinas, todas volaron entre aquellos pinares, entre los bancales de naranjos y entre las matas de tomillos y romeros. De esas colmenas se recolectó miel de azahar y miel de tomillo, miel de romero y milflores. Ellos, los pinos, lo saben...., siento que me miran y escuchó el silvido de los estorninos, el carraspeo de las urracas y el jadeo continuo de la manada a mi alrededor..., escucho de nuevo el silvido de los estorninos y me recorre un escalofrio, durante unos instantes pierdo la noción del tiempo y creo que el otoño ya ha llegado subitamente, veo la atmosfera demasiado limpida, sin ese velo turbio del verano mediterraneo, veo las nubes volando por encima del pinar y logro sonreir al recordar el aroma del café en las tardes otoñales, vuelvo a sentirme como el ultimo humano vivo del planeta y continuamos el paseo.




   Mia rodea nerviosa una mata, mueve la cola y el conejo salta sobre esa misma tierra rojiza que Norton, el galgo, desgarra con su arrancada.
   - ¡¡Ahí va, ahí va...!!!!.