miércoles, 12 de septiembre de 2012

MÁS CHESTER, MÁS CAPITONÉ.




Hablábamos de los iconos del diseño, del mueble tapizado y, justo esta semana, me ha llamado Pepe Nacher para presentarme a otro tapicero de la vieja escuela, es decir,  la buena escuela, que necesitaba urgentemente un sillón Chesterfield para tapizarlo en piel y capitoné.
Y ayer por la mañana conocí a ese otro tapicero, se asomó al taller sonriendo, con unas maneras afables y educadas.
Me acerqué sonriendo y tendí la mano.

- Hola, ¿eres Ángel, no...?.
- Si.

Aceptó mi mano y echó una mirada rápida al taller.

- Cuando yo venía tú aún no trabajabas aquí, yo es que era el encargado de Juan Herrero.

- ¡Ostras Pedrín...! -exclamé, volví a viajar en el tiempo, a retroceder a la época dorada de la tapicería en Valencia y volví a escuchar una historia de aprendizaje en plena adolescencia.
Ángel me contó que empezó a trabajar en la tapicera de Paco Carbonell, otro de los monstruos, ya jubilado, pero que dejó como herencia una buena hornada de tapiceros, digamos los últimos que hoy en día son capaces de manejar los muelles o la crin de caballo y que no se asustan ante la complejidad de un capitoné.
Ángel resultó ser el hermano de Casildo Pérez, otro tapicero que conocí cuando mi padre trabajaba para Villa Garnelo, otra de las grandes firmas que en su día sonaron fuerte en el mundo de las tapicerías y la decoración en Valencia. Precisamente, para Villa Garnelo, papá y yo montábamos un esqueletaje en herradura para sus Chester, era un armazón espectacular, más complejo que la foto que traía Ángel.
Estuvimos cambiando impresiones sobre las medidas y sobre el plazo de entrega.

- Yo tengo que entregarlo tapizado el jueves -confesó Ángel.
- Coño, pero si es martes...,uf,uf,uf.

Empecé a resoplar y a removerme, a calcular los tiempos y todo el trabajo que tenía empezado y por entregar.

- Uf, uf, uf.

Pero hay veces que sólo es cuestión de echar horas y más horas, horas, minutos y segundos, de madrugar y  empezar a rayar en el cartón y a diseñar plantillas, de empezar a cortar con las tijeras y de meter madera entre los dientes de la sierra de cinta.




Y hoy, miércoles, a media tarde, Ángel ha vuelto a pasarse por el taller, hemos hecho algunos retoques en el esqueletaje del Chester y se lo ha llevado, después de otro apretón de manos.
- Tengo que volver a encargarte un par de esqueletos más, son sofás de líneas modernas.
- Muy bien, aquí estaré.

lunes, 27 de agosto de 2012

AD, Architectural Digest, número 72. Septiembre 2012




Voy a confesar que el color de la portada de AD me ha hecho comprar la revista sin vacilar, ilusionado y animado por ese amarillo intenso, aderezado con titulares en rojos, verdes y negros que hablaban de lo mismo, del color y su influencia, hasta el punto de compararla con los efectos del popular Prozac.
Y siguiendo con las confesiones, ya en el Editorial, la directora de AD, Montse Cuesta, nos invita a fundirnos en los universos de color que nos prepara en este número que ya se asoma al otoño, puede que escapando de un verano caluroso y envuelto con la angustia de esa crisis, a la que la misma directora se refiere sin tapujos al titular el editorial con un titulo muy claro y directo.
“EL COLOR EN TIEMPOS DIFÍCILES”
Pero pese a esos tiempos difíciles o puede que impulsados por ellos, en las siguientes páginas me encuentro con un caudal inagotable de colores, de ideas, de muebles, objetos, salones, dormitorios,  habitaciones inundadas por esos colores que tanto influyen en nuestros estados de ánimo. Incluso, los animales encuentran su sitio en ese cosmos colorista que AD ha recreado para nosotros y podemos ver la cornamenta de un gamo colgada de una pared azul cobalto, casi como si fuese un cielo, el cielo de un paraíso en el que surgiese la vida animal, en la que un coatí y un ibis comparten silencio, junto a la mirada de Zaza, la mascota de Florian Seyd y Ueli Signer, en Amsterdam. 
Sin embargo, de entre todos esos animales, algunos disecados y otros hechos de resina, me quedo con esta maravillosa fotografía de mi amigo Goyo, de ARS NATURA. La impresionante cabeza de un rinoceronte blanco surgido tras décadas a la intemperie y de entre las manos de la propia naturaleza.



Verdes, rojos, anaranjados, azules, amarillos, rosados…, todos los tonos y gamas parecen tener un lugar de la mano de decoradoras y decoradores con gusto y con ánimos de renovar el presente con piezas del pasado, con estilos de otras épocas que, curiosamente, irrumpen en el nuevo siglo cargados de fuerza y expresión. Incluso, el peculiar tono de la piel, el tono de cuero tiene una página especial en la seccion Buscador AD titulado “Cuero quiero”, nos descubre la tienda A Fleur de peau, en pleno mercado de Las Pulgas, en Francia. Describen el mimo con que sus propietarios fabrican, tapizan y restauran la piel de los llamados sillones Club, siempre manteniéndose fieles a los estilos y tendencias que marcaron las modas de los años 20 a los 60.

Durante unos instantes observo los modelos de las fotografías y puedo concluir que los he hecho todos y que los sigo haciendo. De vez en vez, los clientes vienen con alguna fotografía de esos sillones Club y a los pocos días ya tienen el esqueletaje, de la misma forma que en la revista me encuentro con un par de Chesters que también me son muy familiares, sigo viendo sus estructuras interiores de madera y no puedo dejar de murmurar por lo bajo.
- "Ésos los puedo hacer…"

Igual que muchas de las butacas y de los sofás que aparecen en AD, casi todos ellos vestidos con telas a tono con el lema de este mes, con tejidos coloristas, vivos, llenos de luz y reflejos, como la versión en azul de un sillón que recuerda mucho al Papa Bear de Hans Wegner.

Esta imagen pertenece al reportaje gráfico que ilustra un interesante artículo titulado "El rastro de Madrid renace"
Y como buena revista de decoración, AD, recoge la nueva tendencia en cabeceros, el clasicismo eternamente elegante del capitoné y las orejeras, en el modelo de la fotografia esas orejas se insinuan como dando pistas de por donde irá la estetica de los dormitorios.

miércoles, 15 de febrero de 2012

JOAQUÍN MARTÍNEZ, UN TAPICERO DE LA VIEJA ESCUELA.

Duna y yo hemos callejeado por el centro de Valencia hasta parar frente a la tapicería de Joaquín Martínez Alabor, en la calle Grabador Selma, número 4, pero antes de apagar el motor he echado una mirada al escaparate y no he podido evitar recordar tiempos pasados, cuando Joaquín abría su taller en la misma calle Goya, a pocos metros de mi carpintería. Era habitual verme acercándole los sofás y muchas tardes me quedaba allí un ratito viendo como su hermano Rafa los tapizaba mientras me contaba anécdotas de cuando era aprendiz o de cuando montaba a caballo..., aunque realmente, la anecdota ecuestre siempre era la misma.

Y una vez dentro de la tienda-taller, Joaquín me recibe sonriendo y como siempre, rodeado de docenas de muestrarios de telas; ahí donde miro me encuentro con muestras y catálogos, con todo tipo de tejidos, telas, texturas. Desde tribales rafias hasta las clásicas chenillas o verduras, entre microfibras, polipieles, linos, rasos, estampados o lisos.

Joaquín era bueno en éso, en moverse para buscar telas exclusivas, distintas, diferentes y atractivas, aunque, a veces, los clientes prefieren acabados clásicos, colores sobrios y serios, como el precioso terciopelo con que han vestido a los Capris que monté la semana pasada. Así, con su nueva piel, el orejero cambia por completo y Joaquín sonríe satisfecho al observarlo, mientras me da la sensación que todos esos muestrarios nos miran como diciendo, "conmigo habría quedado mejor....".

El Capri mostrándose acogedor, cálido, blandito....., y eso que aún le falta el cojín del asiento; Duna y yo hemos llegado demasiado rápido.

La madera queda oculta, esperando a que dentro de unos años, el cliente decida cambiar de tela, cambiar de piel, cambiar de imágen..., quizás unos cinco años después, o puede que unos ocho años más tarde, aunque, a veces, la comodidad de los orejeros es tan duradera que llegan a alcanzar la mayoría de edad renovando su pelaje una y otra vez.