jueves, 4 de octubre de 2012

AD,Architectural Digest, octubre 2012.



 
  Si en el mes de septiembre AD nos daba un baño de colores para mitigar el trauma post vacacional y nos enseñaba una portada colorista y alegre, en este mes de octubre vuelve con una portada preciosa, rosada y erótica, casi provocativa y con el foco de atención centrado en un sofá diseñado por el genial Dalí, que reposa, casi lascivo, en uno de los salones de la casa de Diane Von Furstenberg
  Sobre esos enormes labios podremos distinguir un cojín, un cuadrante con motivos blancos y negros; el mismo tejido de unas sillas que rodearán a una elegante y sutil mesa de cristal sustentada por un árbol, por un entramado de ramas y raíces que ya no se hunden en la tierra y que no alimentan a ninguna hoja verde, pero que recuerda a esas acacias, a cuyas ramas  trepan los leopardos cargados con sus gacelas degolladas, allí en el  continente Madre, para después inspirar a diseñadores  y creativos que llenarán las paginas de AD con sus felinos estampados, otra tendencia que  llega con fuerza pero que, al  tiempo, inquieta. En la mente de homo, en sus rincones más profundos, la piel del leopardo sigue despertando el miedo, la angustia ante el predador que se confundía entre las sombras de la sabana.


   Pero cuando seguimos ojeando este número de octubre, descubrimos que ya estamos muy alejados de la sabana y de nuestros ancestros y los gurús ya no son hechiceros que agitan plumeros y sonajeros repletos de huesecillos y colmillos. Los gurús diseñaron iconos entre los años 50 y 70 y AD los recupera para el lector, dedicando unas páginas a Mies Van der Rohe y a Marcel Breuer, más vigentes que nunca. Los dos trabajaron el acero cromado y crearon formas sinuosas que siguen hipnotizando, que siguen gustando y que permanecen inalterables. 



   Pero se podría decir que AD no deja lugar a la vulgaridad y sus páginas rezuman tendencias, modas, elegancia, las huellas de esos gurús de la moda, de la decoración, del diseño…, y el vintage está más vivo que nunca, aparece en muchas de las casas a las que nos invita a visitar, incluso descubro una pareja de Papa Bear, un par de sillones muy interesantes diseñados con el mimo habitual de Hans Wegner y que se acerca a las características de ese vintage resucitado.


   El Papa Bear es un sillón grande, amplio, quizás con demasiado volumen en la parte alta del respaldo y con formas algo estáticas pero compensadas por esos brazos que surgen hacia delante, cerrando el espacio y rematados con unas piezas de madera vista que garantizarán que, la persona que reposaba, pueda apoyarse en ellos para levantarse. Realmente, más allá de su funcionalidad, esos remates en madera son como una especie de guiño de Wegner a su propia esencia, a su pasión por trabajar con la madera desnuda y tan sólo arropada por la cuerda o la pita. Al genial creador no le gustaba demasiado recubrir sus creaciones con telas…, pero el Papa Bear fue la cómoda y cálida excepción. Por cierto, hace ya semanas que estoy planteándome fabricar uno de estos Papa Bear, un día de estos me pongo a diseñar las plantillas.
   Y hablando de Wegner, no se que pensaría si hubiese ojeado el catalogo de El Corte Inglés, que este mes acompaña a AD. Un catálogo que deja entrever que el gigante también ha sentido la dentellada de la crisis y se lanza a promocionar sus complementos del hogar de la mano de las revistas de decoración mas prestigiosas. Citaba a Wegner porque en el catálogo se cuela un chirriante gazapo…, bueno, realmente dos. En la colección Urban-class se nos presenta a la legendaria silla CH-24 de Wegner con nuevo nombre y nuevo acabado, se habla del sillón Shangai en madera de teka recuperada,  cambio de nombre, incluso, cambio de materia prima. 
   La silla Whysbonne, como también se la conoce, siempre se realizó con maderas de origen danés como el haya, el fresno o el arce…., y no con maderas asiáticas. El segundo gazapo surge en la sección de regalos en forma de un galgo de resina, que habría comprado gozosamente de no ver unas horripilantes orejas, larguísimas, onduladas e insultantes. ¿Dónde quedan esas rosetas tan características de los galgos, de los lebreles…?, ¿ dónde quedan esas orejas plegadas contra el cráneo y que dotan a los galgos de esa expresión tan especial…?, ¿en el olvido o en la ignorancia…?.