lunes, 25 de febrero de 2013

LOS MITICOS BASCULANTES YA RETAPIZADOS.


                                                                                   
  Esta mañana he visitado a los hermanos Gómez, bueno la verdad es que la visita no ha sido casual, el viernes pasado me comentaron que los basculantes estaban quedando muy bien, ya con los bastidores nuevos y con la carcoma muerta por asfixia en la cámara de gas.
    Julían cabeceaba y mientras ayudaba a su hermano a comprimir los muelles, comentaba.
  - Si que le tiene cariño esta mujer a los sillones, si..., la faena que llevan, bastidores nuevos, cámara de gas, tela nueva...., ¿te gusta la tela, Pedrín...?.
  Mi padre me llamaba Pedrín..., y los viejos clientes me siguen llamando Pedrín y a mi me gusta, pese a que ya tenga que usar gafas para ver de cerca.
                                                      
Jose aplica lo último en tecnología de medición
para igualar la altura de los muelles.
Para evitar que los muelles "rechinen",
 Jose y Julian forran los retales de cuero.




     Y cuando veo ta la tela, cuando veo esa gama de azules vuelvo a recordar a Marga, realmenteme recuerda a la imagen que usa en su perfil de blogger..., no puedo evitar imaginar cosas y por eso vuelvo a divagar cuando me siento en el basculante ante las miradas atentas de Julián y José, espectantes ante mi opinión, ante mi parecer.
   - Coño... -murmuró cuando noto como el sillón cede hacia atrás hasta hacer tope- no bascula..., pensaba que se balancearía.
   - No, no... -responde Julian- la sentada es así.
   - Ya.
   Me inclino hacia delante y es entonces cuando noto como el basculante me ayuda a levantarme, como me facilita incorporarme. Sonrío y les miro, vuelvo a dejarme llevar por mis ensoñaciones y recuerdo el comentario de Tapestry en el primer post sobre estos orejeros tan vintage y tan originales,"es la primera vez que veo algo así...", y Tapestry no es un aprendiz de quince años, es un tapicero experimentado y con años de oficio.
   - Desde luego, el tío que se invento ésto tuvo que pensar -apunta Jose.
   - A mi me da que esto se hizo para que los ancianos se pudiesen levantar...,si haces un orejero con mucha tirada de respaldo es cómodo, pero a una persona mayor le cuesta un huevo levantarse y más si el asiento de es de muelles...-aventuro- pero si haces un respaldo con poca tirada, pero que se inclina cuando te sientas, resulta cómodo y encima te puedes levantar sin esfuerzo...., yo no le veo más sentido.
   Julián, arruga la frente, se acerca al basculante, se sienta, sonríe y me mira.
   - Pues creo que tienes razón, Pedrín.

     Julián y Jose observan satisfechos mis movimientos alrededor del orejero, aunque también oyen mis quejidos cuando me agacho y me levanto.
   - Joer..., que me he mareado...., ¡ostras Pedrín, ésto también hay que fotografiarlo...! -exclamo descubriendo las últimas creaciones de Jose, ceniceros y portavelas hechos con latas de birra recicladas.  



       

sábado, 26 de enero de 2013

PURO VINTAGE, UN MITICO BASCULANTE EN LA TAPICERIA DE LOS HERMANOS GOMEZ.



   -Ésto si que es vintage -murmura Julián, mientras su hermano y yo hurgamos entre el bastidor del basculante buscando las marcas de mi padre. La pieza está deshecha, carcomida y desencajada, tanto que muestra los mechones rotos y las rayas en paralelo que papá solía marcar para la agujereada.
  -No se ven las marcas... -admito algo desanimado- pero el mechón es de 12 milímetros, mi padre siempre usaba esa medida..., joder, yo casi me atrevería a decir que lo ha hecho él.
     Seguimos buscando y  descubrimos la formidable preparada de muelles, aún destellan cobreados y Julián vuelve a arrugar el ceño mientras oprime la platabanda y los muelles ceden y se recuperan con la elasticidad del primer día.
  -Ésto si que es vintage -repite Julián cabeceando- pues la mujer tiene otro, quiere que le demos presupuesto..., pero los bastidores hay que hacerlos nuevos, ¿cuánto nos vas a cobrar, Pedrín...?.

                                                 
  Le doy el precio allí mismo y sigo observando el mítico basculante. Recuerdo que mi padre lo nombraba muchas veces, causó furor en su momento. La idea de colocarle unos muelles, sustituyendo a las patas traseras, le daba una comodidad especial, pero parte del secreto estaba en la tensión que le proporcionaba el tapicero al atarlos y en el mismo temple de los muelles, realmente soportaban todo el peso.

Detalle de los muelles traseros,
con esa cincha de yute se daba la tensión adecuada.

  Al sentarte, el sillón basculaba hacia atrás y daba la sensación de que te sentabas en una especie de balancín, aunque debo admitir que nunca me he sentado en un basculante, pero si la clienta admite el presupuesto, volveré a pasarme por aquí y me sentaré.
   - Los muelles de ahora no valen nada -apunta José cuando ve que rozo las espirales con los dedos- usaremos esos mismos, están nuevos..., me parece que poco se han sentado.
  - Éso mismo digo yo -replica Julián. 

viernes, 21 de diciembre de 2012

MANUEL AZAÑA PUDO HABER TOMADO CAFÉ SENTADO EN ELLAS.



       El miliciano se inquietó y trató de distinguir la sombra que se había movido allí abajo, por encima del camino de tierra que subía desde la Cartuja de Porta Coeli y que atravesaba el valle de Lullen. La pista ascendía serpenteando entre las laderas y casi confundida en la oscuridad que empezaba a posarse allí en los hondos y en los estrechos, donde las ultimas luces del ocaso desaparecían entre los peñascos de rodeno y los espesos pinares.

   Volvió a ver esa sombra y voceó nervioso y encarándose el fusil ametrallador, sujetándolo con fuerza y percibiendo intensamente el olor de las grasas y  los aceites.

  - ¡Alto..!, ¡¿ quien va…!?, ¿¡ quien va…!?.

  Su voz resonó en medio de la calma del valle y las mismas montañas parecieron responderle con un débil eco.

   Apretó el gatillo y la violenta ráfaga le hizo cerrar los ojos mientras la culata coceaba su hombro brutalmente y un abanico de balas enloquecidas se precipitaba contra el rodeno de la sierra Calderona, contra las ramas de sus pinos, contra esa tierra rojiza que se revolvió en una polvareda de esquirlas y chispazos.

  Las detonaciones rebotaron en las laderas y corrieron entre sus valles, despertaron a los perros, se llevaron el estruendo hasta el ultimo rincón de la serranía y el presidente giró la cabeza nervioso hacia los ventanales, dejó de escribir en el cuaderno y volvió a recordar con amargura y pesar que España seguía en guerra, pese que allí, en aquella masía envuelta por las suaves cumbres de la Calderona, se había encontrado tranquilo y relajado, casi ajeno a los odios y a las iras que se encarnizaban con la Republica.





Percibí algo especial en esas réplicas de la número 14 de Michael Thonet, que encontré en la tapicería de Juan Vicente Comes. Las  formas onduladas de la silla tenían algo diferente, demasiada armonía, demasiada elegancia y un lacado en negro, ya envejecido que dejaba entrever la modesta veta del haya vaporizada y curvada.


  No pude evitar cogerla y verla de cerca, me sorprendió el cuello torneado sutilmente de una de ellas y los refuerzos de fundición colocados entre las patas y el bastidor laminado. Eran unas piezas metálicas elegantes y demasiado bien hechas para haber sido puestas por su propietario. Continué explorando, mientras Isabel, la mujer de Juan Vicente, me miraba esbozando una sonrisa desde su máquina de coser.
   - ¿Que buscas, Pedrín…? –me preguntó, al tiempo que cruzaba miradas cómplices con Vicente y Rafa, los oficiales de su marido. 

  - No sé, algo…, es que me da la sensación de que estas sillas tienen algo especial…, no sé, parecen unas Thonet auténticas…, aunque nunca en mi vida he visto una de ellas, una de las auténticas, quiero decir.
   - La clienta dice que son buenas, tienen bastantes años.
 - Buenas son…, mira esta pieza de aquí, este refuerzo de fundición.
   Le acerqué la silla a Isabel y los dos examinamos el aplique.
   - Si fuesen las que fabricaba Kohn, que eran las originales, llevarían una numeración y etiqueta…, pero es que no las veo –comenté observando atentamente el aro del bastidor- espera, espera…, mira ese pedazo de madera más clara…, ahí podría haber estado la etiqueta.
   - Es verdad –convino Isabel.
   -Voy a ver las otras.
   Las Thonet se dejaron izar y manipular entre mis manos, me enseñaron todos sus rincones, sus tornillos oxidados, las recaladas en las que aún permanecían enterrados los restos de la rejilla original y algo que me erizó la piel.



   - ¡Aquí está, aquí está…! –exclamé excitado al descubrir la etiqueta de papel en la que difícilmente pude leer en voz alta- Joseph Hoffmann.
   - A ver, a ver –rogó Isabel- es verdad, ahí está…., si ya te lo decía Pedrín, que la dueña me había dicho que eran muy antiguas y buenas, todo lo que hay en esa casa es bueno y viejo, parece un museo…, te gustaría.
   - ¿Pero qué es…?, un piso de esos del centro de Valencia…, ¿un chalé…?.
   Isabel sonrió y negó con la cabeza.
   - Es un palacete… -murmuró mirándome a los ojos y sin dejar de sonreír, siendo honesta y no desvelando el nombre de la clienta.
   - ¿Un palacete…?,  ¿La Pobleta…?.
   La sonrisa de Isabel se fue disipando, arqueó las cejas y afirmó con la cabeza. Vicente, que estaba trabajando en una de las Thonet y Rafa también miraron con la misma expresión de sorpresa.



   - Exacto –concedió por fin Isabel y saliendo lentamente de su sorpresa.
   - La Pobleta…., madre mía, llevo años pedaleando por sus alrededores con la Bicipalo. ¿Sabías que Azaña trasladó allí el gobierno de la Republica durante un tiempo…?.
   Isabel afirmó con la cabeza y yo eché una última mirada a la Thonet…, el mismo Azaña podría haber tomado café sentado en ella, en alguna de las terrazas mientras contemplaba las mismas cumbres que yo contemplo todos los fines de semana.