Hubiese preferido que fuese una mujer, pero quien saltó sobre mi cama fue Piper, me miró y no se si reconoció mi sonrisa, pero enseguida que abrí las sabanas, urgó con su pequeño hocico entre ellas y se metió bajo las mantas. Nos acurrucamos los dos juntos, apagué la luz de la mesilla y durante unos unos momentos noté al pincher removiendose hasta que se alebró entre mis piernas, suspiré al mismo tiempo que él y pensé en mi padre en medio de la penumbra del dormitorio.
Hubiese deseado contarle todo lo que habia pasado durante la semana, me hubiese gustado sentarlo a mi lado frente al ordenador y decirle.
- Mira papá que sofarraco he hecho esta semana..., y aún hay que hacer otro mas y cuatro sillonacos de 1.44...
Me hubiese gustado decirle que un tapicero de Vigo habia contactado conmigo gracias al blog, que también era ciclista y que me habia hecho un buen pedido...., me hubiese gustado contarle esas cosas y como poco a poco iba conociendo a nuevos clientes, entre otras cosas, gracias a eso del Internet.
Y es que en los ultimos años siempre fue así, yo subia a casa a levantarle y le contaba las cosas del taller, aunque realmente a él poco le importaba ya, papá solo queria recuperar la movilidad de su brazo derecho y poder andar.
Aquellos momentos eran duros para mi porque sabia que las secuelas del ictus eran irrecuperables. El ictus supuso un golpe duro en mi vida y en la de mi familia, nos conmocionó a todos.
El patriarca caía herido para siempre justo en un momento en que nuestra relación en el taller era dura y desagradable, papá no me consideraba apto para llevarlo y la tensión era insoportable, pese a todo yo era incapaz de dar del paso de enviarlo a casa, era incapaz de imponer mi criterio y siempre agachaba la cerviz cuando papá imponia su opinión justo en un momento en el que el mercado demandaba nuevas formas de gestión.
Finalmente tuvo que ser el infarto cerebral el que decidió por los dos, me quedé a solas en el taller y recuerdo que aquel invierno lloré en esa soledad gelida y teñida con la mortecina y aseptica luz de unos fluorescentes que zumbaban ruidosamente.
Por eso, anoche volví a derramar unas lagrimas en la soledad del dormitorio tras una semana infernal en la que papá hubiese disfrutado viendome sacar la faena y viendome llegar a casa tarde y cansado, tanto que durante dos noches soñé con los brazos en forma de lira de ese espectacular sofá que le habría enseñado en la pantalla del portatil.
- Mira papá....... -le habría dicho- mira que sofarraco....
Pero entre esas lagrimas que sentía resbalar entre mis mejillas logré formar una sonrisa al pensar.... "si esto sigue así creo que podré seguir ganandome el pan así, de esqueletero..."