miércoles, 5 de febrero de 2014

FEATHERSTON, JUHL, WIKKELSO, WEGNER, SAARIÑEN, EAMES, JACOBSEN, BREUER, ZANUSSO.


 Recuerdo la serie de Frasier, recuerdo su salón a doble altura y el sillón reclinado y el puf a juego que presidía la parte alta, justo la que se asomaba a los ventanales, desde los que el delirante psiquiatra contemplaba la lluvia sobre Seattle.
  En aquella época veía la seríe y lo pasaba bien, pero desde hace algo más de un año sé algo más sobre ese decorado y sobre el apartamento de Frasier. Ahora sé que ese sillón giratorio tenía nombre y casi que una leyenda envolviéndolo, era la mítica Chaise Longue de los Eames.
  Y todo ocurrió desde que abrí este blog, a partir de ese momento descubrí que existían modelos que tenían nombre, prestigio y fama. He descubierto que aquellos diseñadores y que aquellos ebanistas que daban forma real a los bocetos y diseños, trabajaron en armonía y sintonía, dando como resultado unas obras que siguen gustando y atrayendo, que siguen teniendo alma y personalidad, pese al paso de las décadas y pese al tormentoso ir y venir de las modas y tendencias.


  Ahora mismo, soy capaz de ver esos modelos en los spot de televisión, soy capaz de reconocerlos en los escaparates o en las revistas y, a veces, los señalo excitado, presa de una curiosa emoción, casi con la emoción de un niño que se reencuentra con su mejor amigo tras el verano, cuando comienza el curso y los dos arden en deseos de contarse sus aventuras, aunque en mi caso no son aventuras lo que deseo contar, simplemente deseo narrar breves retazos de la historia que acompaña a esos modelos, como ocurrió hace unas semanas cuando descubrí unos sillones Wassily en el zaguan de la sede del PSOE en Valencia.
  Mi amiga no dudó en atravesar las puertas y en acercarse a ellos mientras yo dirigia una mirada entre nerviosa y azorada al hombre que atendía la recepción.
   - Eh, eh..., disculpe, pero es que hemos visto los sillones y... -traté de explicarme torpemente- es que, son de diseño y...
   - Tranquilo, hombre, tranquilo...., podeís mirar lo que querais.
   Pero yo no me pude callar y mi amiga ya se había sentado, sonreía plácidamente sentada sobre las cinchas negras de la mítica creacion de Breuer.


 

  En ese momento, volví a vacilar y terminé volviendo a mirar al recepcionista y señalando a los sillones con el dedo, al tiempo que le explicaba que el sillón era un icono del diseño. Le conté como su creador se había inspirado en el manillar curvo de una bicicleta de la época, es decir, de los años treinta y que, desde entonces, ese sillón no había dejado de fabricarse. Recuerdo que el recepcionista asentía escuchando mi improvisada charla, pero lo mejor, es que pude percibir como el hombre empezaba a ver los sillones de otra manera, los empezaba a apreciar y creo que empezó a sentirse orgulloso de que esas piezas cromadas y negras le hiciesen compañía en el zaguan.
  Aquella misma tarde descubrimos un modelo de Zanusso en una centrica tienda de Valencia y una pareja de sillones Swan en un restaurante  de la calle San Vicente..., y recuerdo que me sentí bien señalando y contando la historia de esas piezas, lo poco que sabía sobre ellas pero que era suficiente para aportarles algo de vida a los ojos de mi amiga y para amenizar ese momento tras el cristal.
 Y puede que por ese deseo de contar historias, decidí poner el cartelito pegado al copete de nuestro Poeten, para que todos los viandantes supiesen un poco más sobre ese armazón que durante dos días posó desnudo en la tapicería de los hermanos Gómez, junto a una réplica de la famosa número 45 también de Juhl.
   Muy pocas veces se había dado  esa casualidad, que en una tapicería coincidiesen dos auténticos ejemplos de diseño magistral, como el Poeten y la 45, ambos de Juhl..., el barrio y el mundo debían saberlo y yo deseé contarlo.


miércoles, 15 de enero de 2014

SEDERE..., UN FASCINANTE VIAJE AL MEJOR DISEÑO DEL SIGLO XX.



                               Sedere..........................., del latín "estar sentado".


   Duna y yo rodabamos lentamente por la calle Grabador Esteve de Valencia y al llegar a la altura del número15  paramos, giré la cabeza y sonreí ante la fachada acristalada de Sedere.


   - Mira Duna..., ahí estan todos... - murmuré mientras la voluptuosa silueta del Egg de Arne Jacobsen destacaba en un universo de colores y formas, en un cosmos de diseños geniales- Eames, Pauchard, Wegner, Breuer, Saarinen, Panton...., están todos, venga vamos a verlos.
    Entré lentamente, titubeando y sonriendo como un niño desbordado ante un tornado de juguetes que giraban a su alrededor, casi como lo estaban haciendo en esos momentos todos los iconos del diseño del siglo XX, incluso algunos me  recordaban a aquellos miticos aereoplanos de tela y madera que se elevaban vacilantes despues de lanzarse temerariamente sobre caminos de tierra apelmazada...., pero no eran aereoplanos, eran las Shell Chairs de Hans Wegner, unas magnificas piezas concebidas con madera contrachapada curvada y tapizadas sutilmente. Wegner huía de los tapizados y prefería mostrar la madera en toda su plenitud, aunque con su conocido Papa Bear se entregó a un tapizado casi integral.

 

   Pero finalmente las Shell Chair despegaron y empecé a sentirme como un piloto de observación de la Primera Guerra Mundial. Realmente sobrevolaba toda la tienda y me deleitaba contemplando a los poderosos Egg, esos sillones ovales que Jacobsen diseñó como espacios intimos y personales para ser expuestos en espacios abiertos y publicos como el SAS-Royal Hotel de Copenhague, allá por los años 70.

 

 El paseo aereo continuaba y mis ojos se deleitaban contenplando la mezcla de materiales, casi como los mosaicos de las campiñas europeas vistas desde el aire, madera, fibras de vidrio y resinas, acero, piel. 



A veces, el aereoplano pasaba entre el laberinto de patas y soportes ideados por los Eames y, en otras ocasiones, daba un amplio giro y volvía a mirar hacia esos sillones de formas futuristas, casi como nidos en los que cobijarse, espacios que robaban protagonismo a las propias viviendas donde estaban alojados, piezas de diseño que desde los años 30 llegaban hasta los inicios del siglo XXI con más vigencia que nunca.
  Estaban vivos y seguían siendo ejemplos a seguir, diseños que siempre nos iban a inspirar, modelos que pervivían al paso del tiempo y de las modas.  


   El vuelo no podría tener fin pero el motor ha comenzado a toser y soltar fumarolas negras, he visto como la hélice daba sus últimas vueltas y he tenido que aterrizar, he tenido que volver a la realidad, después de ese viaje entre los mejores diseños del siglo XX, pero aún quedaba algo más que reposaba abierto como un abanico sobre el cojín de uno de los Egg..., era el catálogo que Bea, Diana y Rafa habían diseñado para presentar todas esas piezas míticas. Una auténtica minienciclopedia repleta de información, repleta de historia y de vivencias y anécdotas de aquellos diseñadores que seguirían asombrando al mundo décadas después.


  Anécdotas como la que vivió Carlyle Wilton cuando vió como su silla Navy era lanzanda por una ventana por el general Wilton. La silla se precipitó al vacío. Más tarde, el militar la examinó y decidió conceder el contrato a Wilton, la silla Navy estaba intacta y, por tanto, era apta para equipar a la marina de EE.UU.
  La visita a Sedere ha sido un placer y aprovecho para darles las gracias a Bea, a Diana y a Rafa por habernos dado la oportunidad de ver y tocar estas réplicas, estas piezas fantásticas que marcaron hitos en la historia del diseño y que nos hablan de personas audaces, de miras infinitas y llenas de pasión. Todas estas piezas guardan unas historias fascinantes que debemos conocer para poder apreciar el valor de estas creaciones, para saber un poco más de la evolución del diseño y de los conceptos que movían a crearlas, de los resortes mentales que saltaban cuando alguna idea surgía de una visión, como la que tuvo Marcel Breuer al fijarse en las curvas del manillar de una bicicleta allá por los años 30..., a partir de ese momento el famoso sillón Wassyli empezaba a tomar forma en su mente.

jueves, 6 de septiembre de 2012

ICONOS TAPIZADOS DEL DISEÑO.


"Chester y Bañera abierto o cerrado"…, recuerdo haber escuchado esas palabras a mi padre, al viejo ebanista, ya desde pequeño, cuando bajaba por las tardes a la carpintería a jugar con mis amigos. Andaría yo por los nueve o diez años…, aún me quedaba mucha vida por delante y ahora, casi 40 años después de que yo escuchase a mi padre hablar de Chesters o de Bañeras abiertos o cerrados, los sigo fabricando y los sigo viendo fotografiados en las revistas de decoración, junto a otros modelos que he descubierto ahora y que han resultado ser auténticos iconos del diseño, como la silla CH 24 de Hans Wegner,  el sillón Wassily,  las sillas de los hermanos Eames,  la silla de Verner Panton, el sillón Egg de Arne Jacobsen,  los sillones Acapulco o como el australiano R-160 de Grant Featherston.
Las sillas más vistas de los hermanos Eames, junto a la Longue Chair, obviamente.
Y abajo, las sinuosas y excitantes linea de la silla de Verner Panton


Predominan las sillas, quizás porque son muebles con los que se tiene un contacto directo, porque son muebles que percibes, directamente, sobre tu piel y que inducen al descanso, a la ensoñación o a la charla, al intercambio de miradas, a las tertulias, a saborear unos licores o un buen café, espeso, denso y fuerte, como a mi me gusta. No obstante, ese primer icono del mueble tapizado, el sofá Chesterfield no nació con esa intención, todo parece indicar que fue encargado por el cuarto conde de Chesterfield a un ebanista con la premisa de que el modelo no admitiese posturas poco decorosas al sentarse.
Concebido para decorar los salones de los exclusivistas clubes ingleses del siglo XIX, el encargo del conde tomó forma en un sofá de respaldos y reposabrazos al mismo nivel, sin inclinaciones en la riñonera y tapizado en capitoné.
Hoy en día el Chesterfield se sigue fabricando y versionando y, necesariamente, ya no se viste con ese capitoné con el que nació y casi que es una pena. El capitoné es una auténtica obra de arte, algo bello y que atrae la mirada hacia esas decenas de botones que deforman los rellenos, la piel o las telas de una manera armoniosa y hermosa. Pero es posible que al mundo de la tapicería también haya llegado la maldición de la inmediatez, de la premura enfermiza o de la asepsia de las líneas rectas y aparentemente puras.
Las líneas redondeadas seguirán llenando de calor y pasión al Chesterfield, seguirán recordando al útero materno o a su propia leche como lo hace el sillón Egg o las envolventes formas del R-160 de Grant Featherston, que tuve el placer de replicar.

Mi versión en un precioso azul del R-160.

Arriba, sillón Egg, de Arne Jacobsen.
 
Pero como el diseño es innovar, explorar y romper moldes…, llegó el metal, el acero, las resinas, las fibras de vidrio, los plásticos y dieron forma a creaciones y a modelos que hoy en día se siguen fabricando y vendiendo con éxito.
Marcel Breuer y su Wassily.


El sillón Wassily, de Marcel Breuer es mi favorito, quizás porque me he podido sentar en uno de ellos y sentir su comodidad, su especial forma de acogerte. Cuando te sientas en un Wassily te deslizas sobre las cinchas de piel hacia el respaldo, es como si el sillón cobrase vida…, y contraponiendo la madera y la pita, al acero curvado y a las cinchas de piel, me encuentro con otro modelo de silla que protagoniza muchos de los salones que aparecen fotografiados en las revistas de decoración, es la silla CH 24 o silla Wishbone. Realmente, esta silla representa algo mas que un diseño acertado, es el fruto de algo que hoy en día se está perdiendo, es el fruto de la colaboración, del trabajo en equipo de una manera sincera y auténtica, sin clasismos de por medio.
La CH 24 surgió de la mente creativa de Hans Wegner y de las manos hábiles y magistrales de Karl Hansen, el ebanista que fabricó los más de 500 modelos de sillas que ideaba la mente de Wegner.

Es posible que el éxito, mas allá de las ventas o de la popularidad, radica en esa colaboración, en la unión íntima entre las personas, en el calor humano, en la ilusión.
Puede que esté empezando a divagar, pero no me imagino a Hans Wegner enviando retales de papel a Karl Hansen, sin apenas medidas y con el esbozo de alguna de esas 500 sillas, para luego decirle.
- ¡¡¡Pero que mierda me has hecho…!!!.
¿O será que eso me ha ocurrido demasiadas veces….?.
Es triste pero, por lo menos, en el entorno en el que yo trabajo no se percibe esa dignidad, ese amor o ese orgullo por la creación, por cada pieza que se fabrica…, puede que porque también escuchamos demasiadas veces frases como esta.
- ¿Y de eso que me vas a cobrar…?.
- ¿ De eso….?, ¿qué es eso…?