sábado, 10 de mayo de 2014

EL AUSTRALIANO ERRANTE, EL ESQUELETERO Y SU MUNDO.





   La universal atronaba al fondo del taller, mientras que la musica sonaba a la entrada, sin que yo pudiese escuchar esos temas que a veces me emocionaban hasta el punto de hacerme llorar y que también me inspiraban o me animaban en el paso de las horas en soledad.
  Pero Juan Carlos Estruch si que podía escucharla, habia entrado y yo ni me habia enterado, envuelto en el ruido de las maquinas. Cuando le vi observandome bajo la luz natural de las claraboyas me sorprendí.
  - ¡Coño, no te he oido entrar..!-exclamé.
  - Pero que cojones me vas a oir entre el jaleo de la maquina y la música....-replicó Juan Carlos, cabeceando y mirando a su alrededor como si fuese la primera vez que estuviese en el taller- eres la hostia, aquí estas de puta madre, tu solo, a tu aire, escuchando musica, asomandote a la calle cuando oyes tacones..., ójala pudiese estar yo así de tranquilo.
  Paré las maquinas y un tema de Adele comenzó a sonar en ese mismo momento.
   - Joder...., esta canción me encanta -murmuré ante la sonrisa de Juan Carlos- la verdad es que aquí estoy tranquilo y me conformo con poco, no aspiro a nada mas..., pero te aseguro que vivo al día economicamente, si me pasase algo a mi...., mi mundo se resquebrajaria y nadie de mi familia me podría echar una mano...., pero bueno, de momento me siento como un galgo que vagabundea por la inmensa meseta sin que nadie le obligue a correr detrás de una liebre que despues no se podrá comer.
  - Ya..., pero te digo que todo tiene su recompensa, estas aquí solo y haces y deshaces a tu antojo, no dependes de un socio o de unos trabajadores..., todo lo haces y lo decides tu.
  - Eso si que es verdad... -le respondí- y es importante desde luego.
  Y claro que era importante, aquella soledad me estaba permitiendo vivir y trabajar a mi aire, me estaba permitiendo dejar rienda suelta a mi imaginación, por eso me imaginé resucitando al Wing Chair de Grant Featherston, del olvido, no aparecia en las revistas de decoracion, ni en AD ni en Nuevo Estilo, ni si quiera los chinos se acordaban de ese orejero alto y orejudo, de asiento estrecho y bracitos como timidos tentaculos que surgian del propio respaldo sin llegar a ser autenticos reposabrazos, como si todo el asiento fuese una ameba que adquiriese las formas de un sillón..., o eso imaginaba en mis delirios de esqueletero errante, o puede que el errante fuese ese sillón, mi deseo era llevarlo de aquí para allá, dejarlo en un café y despues en un escaparate, en una tienda de modas o en la Plaza de la Reina, en la calle Colon o en cualquier callejuela del casco historico deValencia...., sería el australiano errante que ofrecia diseño y confort, que resurgía mas de 65 años despues.  







   

       

lunes, 5 de mayo de 2014

UN ATREVIDO COLLAGE EN TAPIZADOS PARDO.





  


Una tela de verduras, otra con tramas muy cercanas a las raffias, circulos de colores y rayas que recordaban a las interferencias en la televisiones de los años setenta..., un atrevido collage para un timido Topolino, para un silloncito de orejas que durante decadas ha cobijado a las personas mayores comodamente. 
  Un sillón que siempre encontraba su lugar en las pequeñas salitas, cerca de la mesa centro o cerca de los ventanales y miradores. Se contemplaba entonces la vida a otra velocidad, con ojos viejos y sabios que comprobaban que la vida se repetia, que los vecinos envejecian y que dejaban su lugar a sus propios hijos o a los de  los nuevos vecinos.
  Se observaba desde el acogedor Topolino, mullido y adaptado a los viejos huesos y a las carnes marchitas, a los recuerdos que iban y venian mientras los ancianos y ancianas dejaban reposar la cabeza contra la oreja tapizada con telas de verduras o con terciopelos verdes..., y muchas veces con cierto temor a no despertar y otras con el deseo de volver a dormir para soñar con aquella juventud perdida, para recuperar los animos y las ganas de volver a retapizar el viejo sillón o para visitar a Julio Pardo buscando ese nuevo sillón o un nuevo sofá, incluso puede que alguna butaca repleta de torneados o una de esas mecedoras de madera curvada que se balanceaban dejando escapar unos quejidos que recordaban el crugir de las cuadernas de lo viejos veleros.
   - Hay que repararle el asiento de rejilla -apuntó Julio.
 - Ya, ya...., no estaba pensando en eso ahora mismo..., los vencejos ya estan aquí... -murmuré finalmente.