domingo, 17 de marzo de 2013

SOFÁ DE DISEÑO EN 24 HORAS.



  Jaime Fabra me enseñó la fotocopia de la fotocopia junto a un dibujo que pretendía aclarar algo sobre la estructura del sofá.
   - El dibujo está mal hecho, Pedro -me aclaró Jaime- el respaldo sigue a la misma anchura que el brazo.
   - Ya, ya...-murmuré- ¿y sólo hay ésto...?.
  Jaime afirmó con la cabeza, sonriendo y arqueando las cejas.
  - Sólo hay éso y lo quieren para mañana.
  - Vale.
  - ¿Qué radio le vas a dar a la curva...? -preguntó Jaime.
  - Ah no sé, lo haré a ojo, pero es una curva exajerada y valdrá para la planta, para los reposabrazos y para el respaldo.
  Una hora después estaba de vuelta en el taller y miraba la foto, comprobaba las medias y descubría que no tenían nada que ver con las proporciones del sofá de la fotocopia de la fotocopia.  
  - ¡Y lo quieren para mañana!.
  Y como le había contestado a Jaime un rato antes, apoyé el codo en el cartón y empecé a trazar la curva, empecé a dar formas, a recrearlas, más tarde, en madera. A hacer realidad la borrosa imagen de un sofá que me había recordado a los diseños de Joe Colombo, aunque luego descubrí que no se parecía en nada, una amiga sugirió que tenía un aire al Art Decó, pero después de documentarme un poco terminé comparándolo al Pop Art.

 
  Antes de parar para comer aún me dió tiempo de marcar la plantilla y empezar a trocear los tablones de pino, a cepillar y regruesar, incluso, a marcar en limpio y cortar ya a la medida final.

                                                                                                       

  Y en menos de 24 horas un sofá de diseño..., ¿ Pop o Decó...?.

jueves, 3 de enero de 2013

LA CLIENTA QUE SABIA LO QUE QUERÍA.


Mi padre solía tener unos prontos algo intensos y más de una vez me contó lo que pasó con aquella butaquita que terminó volando y despedazándose contra la pared, donde antaño estaba puesta la estufa para calentar la cola negra.
Aquella clienta de mi padre no tenía claro como quería el reposabrazos de la butaquita y papá tantas veces lo repitió y modificó que terminó explotando con uno de aquellos prontos suyos. La clienta esca del taller escandalizada mientras los trozos de la butaquita, incluídos los reposabrazos, salían despedidos en todas direcciones, bajo la risa contenida de alguno de los trabajadores de papá.
Pero, hay veces que, las clientas saben lo que quieren, otras necesitan verlo en vivo  para decidir, pero la clienta de Juan Vicente Comes sabía muy bien lo que quería.
   - Toma, ahí tienes el dossier que ha preparado la clienta..., si con todo éso no te aclaras -bromeó ironico Juan Vicente, dejándome encima de la mesa media docena de folios, que incluían un collage hecho con recortes de sofás en los que la clienta se había inspirado.
  - ¡Joooder..! -exclamé- así da gusto.
  La señora quería tres sofás de estilo bañera con bajos y patas en madera vista..., y así se hizo.

                                               
 


Y por fín, el sofá ya tapizado, la realidad tras todos esos esbozos y diseños.




martes, 14 de agosto de 2012

SOFA DE DISEÑO MAS CHAISE LONGUE.



Manolo ya me preguntó hace unas semanas si podía hacerle un conjunto de sofá más chaise longue para su hijo, como ya conté, vino una tarde y me enseñó la lámina, pues bien, antes de irme de vacaciones empecé a trabajar en él, justo a mediados de julio, cuando el telefono se muere, cuando enmudece, cuando se calla y termina entrando en un inquietante letargo estival para desperezarse en septiembre; siempre ha sido así y espero que siga siéndolo.
El armazón parece que pierde impacto junto a los gigantescos reposabrazos, realmente es lo que más destaca de este conjunto, pero cuando esté tapizado aún será más espectacular porque en esos mismos reposabrazos irán encajados unos cojines que deberán recrear una continuación de los cojines de los asientos.
Y precisamente por esa anchura tuve que encolar varios tablones, como siempre, cola blanca, gatos de apriete, fieles y callados, firmes, tenaces, inamovibles.



Después venía marcar las consolas y cortar en la sierra de cinta, hasta ahí todo era relativamente fácil, la complicación venía a la hora de ensamblarlo al bastidor. Un reposabrazos con ese vuelo resulta una eficaz palanca para sentarse en él y arrancarlo. Fue necesario fijarlos antes de montar el armazón con cola y tirafondos.


Las consolas o reposabrazos ya unidos a los largueros y traseros.


La chaise longue recibiendo los brazos.


El sofá en el que se pueden apreciar las cartelas separadas del respaldo para permitir introducir la tela y los rellenos por la junta.





lunes, 23 de julio de 2012

LA RINCONERA DE MARIANGELES Y LA ELEGANTE MANO DE JAVIER.

De vez en cuando, mi amiga Mariangeles me visita en la vieja carpintería. Cuando acontece el evento y la veo aparecer, necesito un buen rato para recomponerme, para centrarme y  poder escucharla con atención y es que mi amiga es espectacular, alta, esbelta, de mirada intensa y con unos rasgos faciales que se llevan mis ojos, por mucho que intente apartar la mirada para atender a la conversación.
Recuerdo que aquel día Mariangeles me preguntó casi temerosa de escuchar una respuesta negativa.
- Oye Pedro..., tu haces sofás,¿no...?.
- Pues va a ser que si, je, je, je.
- Es que no lo tenía demasiado claro..., pues verás es que tengo un problema; no hay forma de encontrar una composión de tres plazas más chaise longue, pero de línea clásica y con los brazos redondos. Me dicen que éso no se lleva, que ahora se imponen las líneas rectas y limpias, que es la tendencia actual y que lo que yo quiero no lo voy a encontrar y ni me lo van a hacer.
- Joder..., pues precisamente éso es lo que yo hago, lo que nadie encuentra y lo que nadie quiere hacer.

 
Continúamos la charla y fuí capaz de escucharla, de centrarme en sus deseos y en las fotografías que tenía marcadas en un par de revistas de decoración. Recuerdo que también consiguió un catálogo de El Kilo Americano y en él me señaló dos sofas que reunían parte de la estética que deseaba. También me enseñó un precioso boceto que Javier, su compañero, había hecho para la futura decoración de su salón. Poco a poco fuimos aclarando ideas, perfilando las líneas, pero el momento álgido llegó cuando subí a su piso y, entre ella y Javier, creamos una tormenta de ideas y sugerencias sobre las medidas y sobre el tipo de sofá. Recuerdo que yo no terminaba de ver  un sofá más chaise longue, no terminaba de encajar esa composición, al final, según recordaba Mariangeles entre risas, di un zapatazo y dije.
- Nada, se acabó, haremos una rinconera curva, como las de toda la vida, coño.
Al día siguiente empecé a sacar las plantillas del rincón suelto y Mariangeles empezó su particular viacrucis en busca de la tela de sus sueños. En ellos veía un tejido rosado y decorado con trazos dorados, pero era en sueños. La realidad fue más cruda, aunque en una de las tiendas de Cirilo Amoros dió con una dependienta que pareció leer esos sueños, o eso pensó Mariangeles cuando le enseñó la pieza de tela rosada que ella deseaba.
- Es bastante cara, a 120 euros el metro y para un sofá es algo floja.
La siguiente tienda que Mariangeles visitó quedó un poco lejos, realmente era un viaje que ya tenía previsto y voló hasta la India a pasar unos días de vacaciones y en una de las escapadas que hizo, fuera de los circuitos turísticos, se dejó caer por Jaipur, la llamada Ciudad Rosa, un universo de tejidos y texturas donde volvió a encontrarse con esa tela de sus sueños, pero a un precio muy distinto.

Regresó a España con un montón de metros en la maleta y unos pocos días después la llamé para que me indicase como quería las ondas del respaldo. No deseaba un respaldo recto, anhelaba unas siluetas, como colinas suaves, quizás con las viejas lomas de La Manchuela.
Mariangeles apareció por la carpintería ilusionada y sonriente, me fue indicando donde deseaba esas elevaciones del copete y a que altura, las fuí marcando en cartón y al día siguiente Julián y Jose, de Tapizados Gomez, cargaron la rinconera en su Volkswagen y empezaron a tapizarla, a engalanarla, a dar forma a los deseos de mi amiga.
La siguiente vez que visité a Mariangeles en su piso encontré mi armazón ya vestido, tapizado con esa tela rosada y maquillada con unas trazas doradas que parecían salirse de la rinconera para ir posándose por casi todos los rincones de la casa.

Pero, realmente, eran las manos y el gusto de Javier quienes habían recogido esos tintes dorados para repartirlos por toda la casa, para resucitar a unas puertas acabadas en un sapely oscuro y tétrico, con un lacado elegante y sosegado, luminoso, cálido y enriquecido con el dorado de las molduras y de los listones con los que cuadriculó el cristal.Pero Javier también se había atrevido con las paredes, quizás porque es un magnífico pintor y decorador y para eso, para decorarlas, preparó varias trepas, siempre bajo el gusto y el deseo de Mariangeles que combinaba la querencia hacia los dorados y las tallas, hacia un estilo barroco y recargado, pero repartido con pocos muebles y en dósis ligeras y armoniosas. Como el mueblecito plateado que alegraba la esquina del pasillo o la preciosa consola bajo la cortina fruncida, bajo esa cascada de tejido que me recordó a una catarata, de aguas salvajes y briosas, a un torrente de alta montaña que se precipitaba desde las cumbres.