lunes, 16 de julio de 2012

MI HIJO QUIERE ESTE SOFÁ, SE PUEDE HACER, ¿NO...?.



Hoy, Manolo se ha pasado por la vieja carpintería. Manolo es el magnífico oficial de Josep Avelino Devis. Es un tapicero fino y elegante que vive su trabajo y que lo goza y que, como padre, no ha dudado en hacer realidad el deseo de su hijo; bueno aún no, de momento solo hemos hablado de medidas.
El sofá es moderno, de líneas originales y que combinan las curvas del reposabrazos, que le aportan cierto aire clásico pero que busca soluciones actuales con la estrecha platabanda y los enormes cojines del asiento. El modelo de la lámina usa el recurso de los cabezales abatibles para variar la altura del respaldo, pero nosotros los haremos fijos, aportando más clasicismo, si cabe, y una mayor comodidad.
Manolo me ha traído la plantilla del reposabrazos y me ha concretado las medidas del sofá y de la chaise longe, pero me ha comentado que le preocupaba la estrechez de esa platabanda, precisamente, por el excesivo vuelo de los brazos.



- No te preocupes, Manolo, haremos una cosa, aumentaremos la platabanda a 10 centímetros de altura y tú falsearás los cojines para que mantengan esa altura y yo aumentaré, también, la altura de los costados para que los brazos queden bien fijados; el efecto óptico será el mismo que el de la foto- le comento.
- Ya, ya..., ya comprendo lo que quieres decir- asiente Manolo.
- Bueno, pues a mi no me hacen falta más datos.
- Te dejo la foto, aunque se que no te hace falta.
Y Manolo sonríe, yo también sonrío halagado y le acompaño hasta su scooter de 250 cc.
- Ya se que esto no es como tu Duna..., pero son muy prácticas, aunque parece que voy sentado en una mesa camilla.




Manolo se va colocando la mochilita, una mochilita hecha por el mismo, de piel y rematada con gusto y mimo. Nos despedimos y no tengo ninguna duda de que Manolo tapizará, exquisitamente, ese sofá para su hijo..., igual que lo haría para cualquier cliente.
Cuando los oficios se llevan en la sangre dan esos frutos, la nobleza y el buen hacer.

viernes, 13 de julio de 2012

TIEMPO DE AGRADECER.


Hace unos meses publiqué un post en uno de los foros moteros que frecuento, en un foro dedicado, en exclusiva, al modelo Virago de Yamaha, concretamente. No tardaron en llegar las respuestas de ánimo y de apoyo, pero también llegaron imágenes que me hicieron llorar, que me emocionaron y me hicieron sentir arropado y acompañado.
Teo, que se hace llamar en el foro Fenix, es un crack manejando el diseño gráfico y más de una vez me había dedicado imágenes llenas de amistad y simpatía, pero lo que me encontré alquel día fue ésto. Me dejó sin palabras, sonriendo ante la pantalla del portátil, cabeceando y deseando dar un abrazo a ese amigo al que jamás he visto, al que jamás he podido mirarle a los ojos.





¿Y que voy a decir de María Hernández...?, ella llevaba tiempo insistiendo sobre la necesidad de crear un blog sobre mi trabajo, ese momento ha llegado y ella siempre ha estado ahí, repasando mis post, tratando de mejorar el blog, dinamizándolo. A María tampoco la conozco, tampoco he podido abrazarla, ni plantarle dos besazos en sus mejillas isleñas, pero igual que Teo, ha estado ahí en los peores momentos, en esos días grises en los que todo parecía conspirar contra mi mismo. Siempre ha estado ahí, aportando, ayudando, empujando. Como aquella madrugada que al abrir el correo vi la portada que María había recreado a partir de un dibujo que le envié, un dibujo que hice a mano alzada y sacándolo de mi mente, de mi ilusión, de lo que veía en mi imaginación.

María sabe que aquella mañana lloré y lloré..., por eso se lo quiero volver a agradecer, igual que a Teo. A estas dos personas a las que siento muy próximas y que forman parte de un universo anhelado de armonía y calma, de apoyo y solidaridad, de sinceridad y franqueza.

lunes, 9 de julio de 2012

ESQUELETEROS, TAPICEROS Y MOTEROS CUSTOM.




Mi padre, el viejo ebanista, también fue motero, rodó por aquellas calles de Valencia encima de una Ossa y sobre una Derbi, las dos de 125cc. Me contaba que una vez metió la rueda delantera en los railes del tranvía y se fué al suelo, arrastró por encima de los adoquines pero tubo suerte, porque venía de recoger las barras traseras de unas sillas, las llevaba cruzadas atrás y ellas aguantaron la caída. Me lo imagino revolviéndose como un gato, volviendo a montar y dando gas de camino a ese patio trasero que alquiló para empezar a trabajar para si mismo y  su familia,  mi madre y mis hermanas.
Y ahora, tantos años después, otra moto dormita en el taller del viejo ebanista todas las noches; ella es Duna, una vieja Virago 535 que estaba condenada al desguace pero mi sobrino restauró para mi. Me gusta rodar sobre ella y sonreir cuando atravieso los túneles y abro un poquito de gas, me gusta oir como retumban los escapes y sonrío como un crío, como un niño que imagina que toda la ciudad está pendiente de esa moto que tiene dos galgos en el depósito y que tiene el color del desierto o de los páramos manchegos durante la agostada.

Mi sobrino la pintó, sacó el brillo a los cromados y tapizó el sillín en piel de dos tonos, uno en ocre ceremonial y otro de un amarillento tipo camel que me encanta. Una decoración muy distinta y sencilla comparada como la gigantesca pitón de Rubén.
Rubén me escribió desde Murcia preguntándome por unos sillones de estilo isabelino y hablando, hablando, surgió el tema de las custom y me envió unas fotos, también me habló de su vida y de como desde los 16 años está trabajando en el mundo del esqueletaje y de la tapicería. Me contó como decoró su Shadow, como la tapizó con la piel de la serpiente y como esa custom devoró horas y horas de pasión y arte.
Somos esqueleteros o tapiceros, otros pulimentan o decoran..., personas que tratamos de vivir el día a día con nuestro trabajo pero que también tenemos esos ratos de gozo, esos momentos de disfrute íntimo cuando montamos en una custom y creemos que somos otros, cuando ese sonido nos envuelve y descubrimos alguna mirada desde la ventanilla de un coche, muchas veces de niños que miran sin verguenza, sin esconder la pasión. Entonces yo les sonrío y les señalo a los galgos del depósito, me gusta hacerlo, después, cuando el semáforo cambia a verde, salgo sin prisas, suave, como cuan
o un galgo trota distraído y vaporoso.

jueves, 5 de julio de 2012

20 GATOS PARA DOS PATAS CHIPPENDALE




Son gatos de apriete que ni maúllan, ni arañan, que tampoco ronronean, tan solo obedecen a las muñecas de mis brazos, tan solo aprietan esas dos piezas de haya contra si mismas. Con cada vuelta de manivela, el fleje de acero se flexa ligeramente y sigue comprimiendo, sin maullar, sin quejarse. Los gatos hacen que la cola supure, que escape por la junta de la madera mientras la presión asegura que los poros se beban el adhesivo que queda entre las caras cepilladas.
Los gatos se quedan ahí, como cuando se quedan al sol sobre los tejados, inmóviles, callados, sin desfallecer, ejerciendo esa presión sin titubeos, sin momentos de debilidad. Permanecerían así años y años, obedeciendo a la voluntad de homo, manteniendo las piezas unidas durante cientos de años, hasta que la madera fuese muriendo lentamente, encogiéndose, mermando en volumen, perdiendo humedad. Entonces y solo entonces, los gatos aflojarían esa mordida y quedarían sobre los restos polvorientos, de nuevo inmóviles y quietos, pero ya relajados.
Pero esas patas Chippendale no pueden esperar a la eternidad y las mismas muñecas liberan a los gatos de esa obligación, casi como la mandíbula de un perro de presa que muerde y no suelta, que encaja la mandíbula después de clavar los dientes, muy distintos a los de la sierra de cinta que giran y giran enloquecidos dando forma a esas patas, largas y sinuosas, casi como serpientes, como víboras hocicudas o como a una pareja de pitónes perdidas por la vieja carpintería.

Curiosas formaciones de serrín, como dunas que el viento no ha creado, han sido los movimientos de la pieza durante el corte, dentellada tras dentellada.


lunes, 2 de julio de 2012

UNA LOBA EN LA VIEJA CARPINTERÍA.


Estaba empezando a trocear dos sillones Makurdi cuando el predador ha entrado en la vieja carpintería, sigilosamente, como un ténue suspiro y mirándome desde esos ojazos azules, quizás fríos,  como los reflejos de un glaciar, quizás con ese pasado aún anidando entre sus neuronas.Josie, la loba, ha entrado en el taller y después de saludarme se ha tumbado buscando el frescor del suelo, casi como sabiendo que bajo la capa de cemento reposa la fértil tierra que el Turia fue depositando durante cientos de años sobre sus orillas y  riberas.


Josie reposa jadeando y,  mientras charlo con Ángeles, observo su pelaje claro, rubio, el pelaje que me recuerda a la sabana africana en la época de sequía, al de los leones, incluso parece querer mimetizarse con los tablones de pino traídos desde las Landas francesas.


Que una loba entre sin que me entere en la carpintería es lo que puede ocurrir cuando trabajas con las puertas abiertas, a veces, son vecinos los que se asoman y se quedan observando mi trabajo, mis idas y venidas.
Hace un ratito ha estado Pepe, un viejo conocido de casi 77 años, que hablando y hablando me ha dicho que junto a su mujer lleva casi 64 años. Al poco ha llegado ella y se han ido de la mano, me he vuelto a quedar solo en la vieja carpintería, pero apenas unos minutos después se ha asomado Chema, un canarión de piel oscura, hablador y protésico dental. Tiene su laboratorio frente a la carpintería y estos dias soy yo el que le visita buscando el frescor del aire acondicionado. Chema se queda en la puerta, fumando y con el inalámbrico en la mano.
- Chema, no te quedes ahí y pasa al fondo.
Rie, niega con la cabeza, da una calada y dice.
- Calla tío que desde aquí te estoy oyendo tararear el temita de Pulp Ficttion.
Soltamos unas risas y Chema se vuelve a sus dentaduras, yo sigo cortando los tablones y preparando el
piecerío de los Makurdi, trabajando con las puertas abiertas y sintiendo la intimidad de mi mundo, entre tablones y ensoñaciones, entre virutas y dunas de serrín.