- Pedrín, cuando terminemos el tresillo, otra vez sin faena -protesta Julian mirando hacia un sofá que nada tiene que ver con el Papa Bear de Wegner, con el Poeme de Jhul o con los exclusivistas diseños de 6000 euros de Guy.
Es un humilde sofá hecho por mi, el de la clienta era de tablero aglomerado y estaba machacado, pero era muy comodo y acogedor, por eso decidieron hacerlos nuevos, pero esta vez de madera.
Es un humilde tresillo de los que se fabricaron miles y miles durante los años cincuenta y sesenta, poco profundos, sin diseños, basados en las medidas reducidas de los modulos y de costes muy contenidos. Eran los diseños ideales para vestir los hogares de unos españoles que poco a poco iban aumentando su nivel de vida y también de estatura, aunque lo de la alzada aún tardaría unas decadas.
Eran los tipicos tresillos tapizados en polipiel y en los que te quedabas pegado durante los veranos sin aires acondicionados, eran esos tresillos a los que las esposas gustaban de engalanar con mantillas tejidas primorasamente, en cabezales y reposabrazos. Eran los clásicos tresillos en los que se veía la tele en blanco y negro, los toros y el partido de futbol del domingo. Incluso miles de españoles debieron ver "La cabina" desde esos sofás, desde esos sillones que despues de años de uso estan terminando en los contenedores tras miles de horas de reposo, de siestas, de cabezaditas, de alegrias y de lloros.
Es un humilde tresillo que jamás saldrá en las paginas de AD o de Nuevo Estilo..., pero es el que la clienta quería porque siempre se habia sentado en él y porque formaba parte de su salón, de su casa, de su vida y de sus recuerdos.
Esos tresillos donde veíamos Bonanza y La casa de la pradera y de donde nos levantábamos remolonamente para irnos a la cama cuando aparecían los odiados "dos rombos" en la esquinita de la pantalla.
ResponderEliminarNo me extraña que tu clienta quiera un tresillo de los de antes, la vida sentada en él tiene otros colores.
Abrazos Pedro
Que larga y despierta eres, Clara..., Bonanza, los dos rombos, La Casa de la Pradera. Todo ha cambiado, desde el diseño de los sofás hasta la forma de ver la televisión...,ahora los niños las tienen en sus habitaciones, ya no hay rombos y si los hubiese, los papás estarian demasiado cansados para pelearse con los niños..., uisssss, que pesimista estoy...., venga va, que hoy luce un sol divino y esta tarde me lo pienso pasar pipa desbrozando el campo. je, je, je.
EliminarEstos tresillos son los "muebles con vida". Restaurarlos, para darles una "nueva vida", tiene un gran merito: el de tener mucho valor, principios y personalidad y no dejarse someter al consumismo, no ser uno más del montón. Afortunadamente, existen artesanos como tu y como Julian para "salvarnos" a los inconformes con la Ikea-lización.
ResponderEliminarAbrazos!
Hola Margaret, ¿sabes..?, fuí con Julian a la casa de la clienta y pude conocerla, era una mujer como tu has definido, con personalidad y orgullosa de su casa y de su decoración, quizás algo anticuada, pero fue la de su juventud.
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