Zeng, mi amigo chino de unos doce años, no podía creer lo que estaba viendo, después de que quitase la lona que cubría a Duna.
La Virago 535 era mas alta que él y el niño nunca habia visto una moto pintada con el color del desierto, con el color de las dunas y tampoco habia visto al esqueletero vestirse con una cazadora del mismo color, tampoco le habia visto con ese casco vintage, nunca le habia visto montado en una moto..., por eso le miraba con sus ojos rasgados intensamente y por eso echó a correr junto a él, mientras la custom rodaba lentamente, en segunda, recorriendo la calle y derramando el ronroneo de sus escapes junto a la respiración anhelante del niño.
Corría sobre la acera a la misma altura que la Virago 535, yo sonreía y le animaba mientras los vecinos nos veían competir en una hermosa carrera que desataba mi imaginación, hasta el punto de llegar a ver a caza japones que volaba demasido bajo y dejando una triste estela de humo negro que anunciaba el fin del Imperio del Sol.
Llegamos al final de la calle y Zeng se despidió jadeando y sonriendo...., yo también sonreí y piloté relajado y tranquilo hacia el taller de tapiceria de Juan Vicente Comes, viajando en el tiempo sin saberlo, retroceciendo hacia decadas pasadas y volviendo a encontrarme con la huella de mi padre.
Vicente, el oficial de Juan, trabajaba la bandeja elastica de un Bretos hecho por papá.
- Ese lo hizo tu padre... -afirmó Juan- y lo tapizamos hace mas de veinte años.
- Ya lo veo ya..., aún no tiene grapas de carpintero.
Observé la madera, las hechuras y pensé que todo aquello era curioso y emotivo...., papá ya no estaba, pero si su obra, su oficio, su herencia.
Corto pero... intenso! Muchas gracias!
ResponderEliminarY viniendo de una motera pura sangre...., lo tomo como el mejor de los piropos...¡¡¡¡
EliminarTus raíces Pedro!. Me encanta, un texto precioso.
ResponderEliminarAsí es Jose Manue..., estos encuentros con el pasado te remueven la conciencia y te hacen pensar en la Vida, en la muerte y en lo que hay entre medio.
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