La silla de Jutta no era para sentarse, era una silla para encaramarse sobre ella, para treparla, para rodearla, para dejar volar la inspiración.
Era una silla para tumbarla, para danzar sobre ella en medio de un escenario y para reptar entre sus huecos. Una silla inalcanzable que retaría a las bailarinas que verían en ella un estimulante totem al que acercarse con coreografias surgidas de la emoción y de la sugestión. Un objeto cotidiano y común convertido en el foco de la creatividad y de la imaginación que debería de mover sus cuerpos a su alrededor, que debería invitarlas a acercarse a ella, preguntándose qué hacer, cómo tocarla, cómo rozarla o cómo hacerla bailar, a la silla misma, entre ellas.
- Me gusta... -murmuró Jutta pasando sus manos por unas patas que se alzaban hasta 1.90, el respaldo seguía ascendiendo hasta unos vertigonosos 2.40 metros de altura - ¿me puedo subir...?, ¿aguantará...?.
- Eh..., debería aguantar... -susurré pensando si los ocho tornillos soportarían a Jutta. La diseñadora norteamericana era alta y calzaba unas botas hasta las rodillas, sin tacón y, aún así, sus ojos quedaban a la altura de los míos- entonces... ¿te subes..?.
Jutta sonrió excitada y yo sujeté con fuerza el enorme respaldo, bajo el tablero de 4 milímetros se escondían un entramado de travesaños que convertían ese respaldo en una especie de muro de carga que debería soportar todo el peso y las fuerzas laterales de las bailarinas y de Jutta.
- Subo... -anunció, apoyando sus botas en la primera balda.
La silla rechinó y ella asomó su cabeza.
- Hace ruidos...
- Tranquila, es normal... los barcos también hacen ruidos.
Volvió a sonreir y volvía notar como Jutta se encaramaba y como escalaba hasta la cima, desde allí me lanzó una sonrisa que me hizo correr a por la reflex.
- ¡No te muevas que voy a por la cámara..¡, pero bueno, ¿qué estoy diciendo, a donde coño va a ir...?
- ¡Luego la sacamos a la calle... como haces con tus cosas...¡ - voceó desde las alturas.
Jutta balanceaba las piernas y sonreía como una niña traviesa ante su panda de amigos, ninguno de ellos se había atrevido a subirse y ahora todos la adoraban y admiraban, incluso, el esqueletero la vió allí arriba satisfecha, contemplando la calle con los ojos de la diseñadora, de la creadora. Era una visión especial, una visión desde las alturas. Hasta esa tarde nunca nadie había visto la calle sentada desde una silla a casi dos metros de altura... Jutta veía así el mundo.
- De niña llamaron a mi madre para que me sacara de la guardería... no podían impedir que me subiese a los árboles..., por cierto Pedro, ahora quiero hacerle algo a los pies o patas de la silla para que se balancee... para que se quede sola en el escenario, sin bailarinas... balanceándose.
No dije nada, tan solo le hice fotos cuando Jutta empezó a calcular la curva del patín con la ayuda de las raíces cuadradas y de las fórmulas de trigonometría... aquello me superaba.
Viendo la altura de la silla, se me antoja un faro, indicando al resto de maderas el camino hacia tu taller :-)
ResponderEliminarJe,je,.je..., es cierto parece un faro....,que deberá guiar los bailes de las bailarinas que danzaran a su alrededor....
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