viernes, 4 de mayo de 2012

ENTRE MAESTROS TAPICEROS Y CORTINEROS.

Juan Vicente Comes me llamó para reclamarme los plafones de un Capri que le había servido la semana pasada. Tardé apenas unos minutos en cortarlos y en montar sobre Duna; a ella también le apetecía darse una vuelta por la ciudad o éso entendí cuando, desde sus preciosos escapes recurvados, surgió su respiración densa, caliente y, poco después, sonora y profunda cuando trazábamos la amplia curva del túnel.


Ese momento nos gusta, especialmente, el ruido del bicilíndrico; rebota entre las paredes de hormigón y se mezcla con los nuevos ciclos del v-twin en medio de un rumor que varía sutilmente al girar el puño del gas y remontar la rampa. Dejamos el subterráneo y volvimos a emerger y poco después paramos en la puerta de la tapicería de Juan Vicente Comes.
Nada mas entrar me encontré con un sofá precioso, con un viejo conocido de la firma Wing Chair, que mi padre llamaba "modelo bisagra", porque los reposabrazos se sujetaban a los costados con unas bisagras de piano. Allí estaba con su preciosa base de madera vista, dorada, pulimentada en una especie de nogal rojizo y con sus piñas, como bañadas en oro, esperando a los cordones pasamanería, que las entrelazarían, sujetándolas y dejando caer los reposabrazos hacia los lados.

 
Y frente a él, también esperaba otro conocido, el Capri ya terminado y  falta de rematar con los plafones…, pero cuando apenas di un par de pasos hacia el interior de la tapicería volví a viajar en el tiempo.

Rafa, uno de los oficiales de Juan, desclavaba y retiraba la goma vieja de un sofá, de un modelo que enseguida reconocí. Rafa también sonreía y me decía:
- Mira, mira…, a ver si reconoces esta T -y señalaba con los alicates la rúbrica del viejo ebanista.


Claro que la reconocí, era la firma de mi padre, su impronta…, pero lo que me hizo permanecer callado unos instantes fue el reconocer ese modelo; era de Francisco García, otro tapicero mítico, ya fallecido. Allí estaba Rafa, restaurando un sofá hecho por dos personas que ya no estaban entre nosotros, volviendo a dar vida y uso a un mueble que atesoraba el conocimiento, la experiencia y parte de la vida de Magaña, como apodaban a Francisco García, y de mi padre.
Frente a Rafa, Vicente, otro de los maestros oficiales, presentaba y ataba los muelles de una sillería de estilo; en su pierna descansaban los hilos y en sus manos y entre sus dedos, la habilidad y el conocimiento.

 
Charlaba con ellos, cuando alguien entró sin hacer ruido, con paso lento y casi con timidez, pero sonriendo, era Julio, otro maestro, otro oficial, otra persona con oficio que se formó en una de las tapicerías más prestigiosas de Valencia, en Mariano Gracia. Después dejó la tapicería, se especializó en cortinas y por lo que me han contado se convirtió en uno de los mejores, tanto a la hora de medir como a la hora de cortar las telas o colocar desde una clásica y sencilla gotera hasta los delicados paneles orientales.
Y allí estaban todos, maestros tapiceros o cortineros, incluso un esqueletero que se puso el casco y que volvió a escuchar el retumbar de los escapes cuando desapareció por el subterráneo.

martes, 1 de mayo de 2012

AMARGURA Y TRISTEZA ENTRE BALANCINES.



El cliente me trajo un viejo balancín, tapizado con polipiel verde y con bastantes agujeros de carcoma; lo tenía en el almacén y una clienta lo vió y lo encontró gracioso y cómodo. Me trajo la muestra y me pidió que le hiciera dos iguales.
No le puse muy buena cara, el balancín era de madera vista y ése no es mi fuerte, requiere usar haya, que es bastante cara, y luego dedicarle bastantes horas de lijado pero, al final, me convenció y empecé a sacar unas plantillas, a trocear los pesados tablones de haya y, después, a cortar en la sierra de cinta, para después empezar a lijar.

En la foto superior se puede ver el delantero encolado y, al mismo tiempo, forzado en una posición para corregir la llamada, en argot, garcea. Se trata de que las piezas no guardan una paralela perfecta entre ellas, por eso se encola forzando ese revirado.

Los balancines terminados, con los bastidores de respaldo y asiento sueltos. Estas piezas se tapizan por separado, facilita enormemente el acabado de los balancines y se aprovecha el tiempo que pasan en el pulimento.
Al cliente le gustaron y yo le comenté que los pondría en el blog, entonces me miró de medio lado y dijo.

 
- Joder, como te estas aprovechando de nosotros.

 
Me quedé perplejo, sin habla y recordé una frase que habia leído en el
face y que, más o menos, decía algo así, "antes de preguntarte si tienes una depresión, pregúntate si es que no estas rodeado de gilipollas...."

sábado, 28 de abril de 2012

EL TAPICERO QUE VEÍA LA TELA SOBRE LA MADERA Y EL ESQUELETERO QUE VEÍA LA MADERA BAJO LA TELA.


Tapestry me preguntaba si no tenía ninguna foto del Warhol tapizado; el tapicero aragonés no puede evitar tratar de tapizar el sofá aunque sea en su imaginación, pero sus manos tampoco pueden estar quietas y al final, tecleando y tecleando ha dado con esta foto, sacada de www.corbisimages.com, de nuestro Warhol, ya tapizado.
Tapestry ha conseguido que diese un salto sobre mi sillón giratorio y me ha hecho decir que con la cabeza. No es exactamente la imagen que yo recordaba, pero desde luego es el sofá y vamos..., creo que el rubiales es Andy Warhol, ¿no...?.

viernes, 27 de abril de 2012

ANDY WARHOL INSPIRÓ ESTE SOFÁ


Recuerdo que el cliente llegó con una foto tomada desde la televisión, en ella se podía ver a Andy Warhol sentado en un sofá tapizado en rojo y con unos reposabrazos bastante originales. El genial creador respondía a las preguntas apoyado en uno de esos brazos que descendían desde el respaldo formando una media luna perfecta.
Y partiendo de unos planos a escala real, fuí sacando las plantillas de un esqueletaje que, durante un tiempo, me causó cierto respeto. El Warhol, como yo siempre lo he llamado, me inquietaba, sobre todo, a la hora de encajar los brazos en el copete, es decir, en la parte alta del respaldo. Después de varias pruebas decidí terminar esas piezas a pulso en la sierra de cinta, dando cortes y revirando la pieza hasta conseguir una armonía de líneas descendentes, que se reviraban hasta volver a buscar la horizontalidad a la altura de la consola. Ésa era la parte más compleja del esqueletaje y la que requería de una mayor visión espacial a la hora de idear cómo mecanizar esa media luna que, antes de trabajar, había que encolar para conseguir la amplia curva.


Las piezas de las que saldrán los brazos recurvados, recién troceadas y listas para cepillar y regruesar.











Pero el resultado valió la pena y cuando termino uno de estos Warhol, no hay vecino que pase y no se quede mirando la potente estructura de dos metros y medio de eslora y con esos brazos revirados que recuerdan a una inmensa planta carnívora..., o mejor a un sofá carnivoro que te acogerá para no liberarte jamás. Y desde luego..., a mi padre también le habría gustado hacer este sofá, uno de esos sofás de los que te quedas satisfecho una vez terminado y te hace sonreir.


lunes, 2 de abril de 2012

FAMILIA COSTA, 100 AÑOS TORNEANDO LA MADERA


El viernes pasado me acerqué hasta el taller de tornería de Alejandro y Ángel Costa, les llevé unos cuadradillos para tornear y hoy, lunes, me han llamado para que pasase a recogerlos. La verdad es que me apetecía montar en Duna y creo que a ella le apetecía rodar. Unos minutos más tarde aparcaba en la Plaza Chopin de Valencia y nada más entrar en el taller me encontraba con una preciosa silla repleta de torneados y embogada con fibra vegetal, hecha a mano y recolectada de entre los montes de la región.
Me ha parecido preciosa y Ángel me ha comentado que en los mercadillos medievales, a los que suele acudir con su hermano, despertó bastante interés, que gustó. Realmente es difícil que algo torneado por los hermanos Costa no guste, son 100 años de tradición, de oficio, de arte y de cariño.
Me cuenta Ángel que ya de pequeño, de muy pequeñito, acudía al taller a recoger las virutas o a lijar y su hermano Alejandro añade que él iba al colegio, situado justo enfrente del taller, y que cuando acababa las clases también iba al taller a echar una mano, a barrer u ordenar los cuadradillos que dejaban los clientes para ser torneados.
Y de nuevo surge en mi mente la figura del aprendiz, la imagen del niño que cambiaba las actividades extraescolares por las visitas a los talleres, quizás no aprendían inglés o informática..., pero se estaban ganando el porvenir con un oficio, se estaban ganando la independencia como personas.

Ángel me enseña su ultima creación, un cuenco para cascar nueces, incluída su macita con el mango en wengue y el resto en haya. Me recuerda a aquel anuncio de turrones Picó en el que el anciano iba rompiendo las almendras a golpe de macita, sin prisa, regodeándose con el placer de lo bien hecho, con el placer de trabajar con gusto, con mimo, sin prisas..., pero los tiempos han cambiado, hay más prisa y me despido de los hermanos Costa. Recojo mis patas torneadas y Duna y yo regresamos a mi taller de esqueletaje para colocarlas en los sofás que terminé el viernes pasado.
Ángel y su hermano Alejandro tienen su taller de torneados en la Plaza Chopin de Valencia, en el nº 12 y responden a estos telefonos, 963721827 o al móvil 658965309.