Así la veo, como el embrión de una bonita butaca, como el embrión rescatado de algún glaciar del norte de Europa, como el embrión de una nueva época, de una nueva forma de sentir mi trabajo, mi oficio.
La contemplo en el viejo cauce del rio Turia, rodeada de césped, de hierba húmeda, bajo el sol, entre las sombras de las melias o junto a las altas palmeras. La contemplo en esa forma embrionaria, desnuda..., aunque realmente el embrión siempre es mental, es cuando piensas en como hacerla, es cuando la recreas en la imaginación, hasta que llega un momento en el que esas imágenes creadas en la oscuridad del cerebro toman forma sobre el cartón para después ganar volumen y cuerpo en el pino.
La sigo observando y disfruto de este entorno en el que los mirlos corretean sobre las praderas buscando insectos y lombrices y en el que pronto las golondrinas volaran a un palmo de altura sobre esos mismos prados, sorteando los arboles y arrancándome sonrisas.
Y la butaca disfruta del paseo, del sol de la tarde, de un sol primaveral que mueve la vida, aquí abajo, en el viejo cauce del Turia y en nosotros mismos.... pero tenemos que volver al taller, ahí donde ellas vieron la vida por primera vez.
Es fantástico como todos tus trabajos¡¡
ResponderEliminarGracias Bea, es una butaquita muy original y coqueta, realmente una monada,
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