Esta tarde me he decidido a escribir la primera pagina de "La decoradora", llevaba meses fantaseando con el argumento, con la trama, semanas tratando de construir el personaje de Sara, una decoradora que termina en la cárcel tras causar la muerte de varias personas al hundirse un restaurante reformado por ella.
Me apetecía contar una historia sencilla pero amena, me apetecía volver a hablar de mis diseñadores favoritos y de la historia del mueble tapizado del siglo XX..., y aquí estoy, con la "premier" de la novela, quizás algo precipitado, como siempre, quizás vendiendo la piel del toro demasiado pronto, pero es que yo soy así.
" .......La prostituta era lo único hermoso de aquel polígono industrial repleto
de naves abandonadas y de montañas de escombros y de vertidos, de cascotes y de
plásticos que el viento de levante azotaba rabioso, igual que removía los
cabellos rubios de la muchacha, demasiado joven para vender su cuerpo a
extraños y demasiado débil para estar allí sola, rodeada de escoria, de basuras
y probablemente atrapada por alguna mafia del este que la trajo a la costa
mediterránea con alguna promesa de trabajo.
Sara la observaba desde la vieja
y esquelética Seat Trans, sentada
sobre unos asientos finos, sin apenas acolchado y con más costuras abiertas que
cerradas. Fumaba y observaba aquel
paraje sórdido y muerto encerrada en un habitáculo sin alfombrillas, sin
glamour, sin estilo y con los guarnecidos de las puertas combados. Tan solo la
consolaba saber que Giugiaro había
diseñado la carrocería.
Sara cerró los ojos, dio una calada y trató de recordar el interior de
su adorado Tiburón. Recordó el
volante con un solo radio, los tres relojes centrales del Pallas y las miradas que la seguían cuando aparcaba frente a los
locales que decoraba junto a Gerardo Vega.
Sara emergía del elegante DS negro y se alzaba espigada y esbelta por
encima del techo bajo y afilado del Citroen, La decoradora podía reconocer el
deseo en los rostros de los hombres que la veían surgir elegantemente de aquel
icono del diseño, en esos momentos, aquellos clientes deseaban que ella, que
Sara decorase sus nuevos restaurantes, sus cafeterías o sus propios pisos, sus
chalets o sus apartamentos.
En esos momentos ella no podía evitar echar una mirada rápida a Gerardo
Vega, su pareja, su mentor, el hombre con el que se acostaba todas las noches.
El hombre atractivo y locuaz que había llenado Valencia con los aires vintage más refinados y elegantes, le
llamaban El gurú del Vintage y los
restauradores se peleaban por sus bocetos y por sus ideas. También los nuevos
restauradores, amigos adinerados que alquilaban locales céntricos para mostrar
al público sus habilidades culinarias, básicamente las mismas con las que
agasajaban a sus invitados y conocidos. Gerardo los envolvía con su palabrería
y con sus aspavientos, con sus movimientos y gestos hipnóticos. Sara observaba
como esos aprendices de hosteleros caían rendidos ante ese hombre que parecía
anticiparse a las modas y que parecía ser un auténtico gurú que leyese la mente
de quienes le rodeaban, incluso la suya......."
Así se empieza. Mucho ánimo.
ResponderEliminarGracias por los ánimos, Chiqui y te adelanto que habrá un pasaje destinado a los tapiceros.
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