Sin tallas, sin molduras, sin torneados, madera lisa, moldeada, revirada y ensamblada que se extiende, que vuela y que gira prolongándose hacia las manos de quien se siente en ellas.
Me parece ver una especie de vertebra, creo ver una pieza orgánica que resulta excitante y que atrae como si formase parte de mi propio cuerpo, como una proyección de nuestra naturaleza que da forma a una sillas esbeltas y fascinantes que aparecen ante mis ojos como el diseño en el que habrían coincidido Wegner y Thonet.
Las descubro en la tapicería de Juan Vicente Comes, escondidas entre rollos de fibra, entre restos de goma espuma, entre sillones que esperan ser retapizados..., y mis ojos se abren desmesuradamente, mi imaginación se dispara y durante unos segundos creo que estoy ante dos The Chair, pero pronto descubro su liviano armazón metálico, sutil, fino, elegante y que se inspira en las patas de la 14 de Thonet, creando una silla preciosa, altiva, oriental, anónima pero llena de estilo y elegancia, tan ágil como una bailarina y tan equilibrada que invita a contemplarla sin sentarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario