Las olas llegan tímidas, murmurando entre ellas, señalando al Senior y llegando a rozarlo, le envuelven las mismas aguas que debieron inspirar al Marco Zanuso, al arquitecto y diseñador italiano, creador del sillón que mira hacia al mar, hacia el horizonte plano y tranquilo del que surgió la vida.
Ella también mira y siente el sol, siente la brisa que siempre termina hechizándola.
El Senior se envuelve a si mismo, sus perfiles se elevan y descienden, viran, se estrechan, serpentean como una áspid elegante, silenciosa y poco a poco las arenas van engullendo sus patas, las olas vuelven por él, lentamente se irá hundiendo, se dejaría atrapar con esas caricias eternas, interminables de un mar que a veces late enfurecido y que otras dormita mansamente, pero siempre rozando con sus olas, con sus aguas, siempre acariciando como un amante entregado y pasional.
El mar esta vivo y lo miramos para vivir, para sentir que no podemos abarcarlo, para ver por encima de las azoteas y de las montañas, como se ve en un desierto, ahí donde la vida solo anida en nuestra mente, en nuestras emociones, en nuestros deseos.
Un sillón junto al mar, alguien que fotografía, un momento diferente, audaz, rebelde... alguien que fotografía, ella sonríe, se gira y me mira, la veo desde la lente y le devuelvo la sonrisa.
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