- Dame una tarjeta que se la voy a dar a Juan Carlos, de Tapizados Esver, que me ha preguntado quien ha hecho estos sofás - dice Antonio, el maño, el transportista que acaba de cargar los esqueletajes que me ha encargado Jaime Fabra, a través de un conocido decorador que aún piensa que mantener aislados e incomunicados a los proveedores entre si, es la mejor estrategia para mantener su aura de poder y prestigio como decorador de renombre.
Pero Antonio ya no está para tonterías, a punto de jubilarse y harto de chorradas y excentricidades, desvela el misterio y le da mi tarjeta a Juan Carlos Estruch. El tapicero de La Punta tarda poco en enviarme un mail pidiéndome unas rectificaciones para los siguientes sofás, adjunta un dibujo con las modificaciones y yo sonrío intuyendo que algo bueno estaba a punto de pasar..., y claro que pasa.
Y ahora, algo mas de un año después de aquel primer contacto solo puedo decir que la aparición en mi vida de Juan Carlos y de Toni, de Esver Tapizados, ha supuesto un autentico soplo de optimismo, de alegría y de entusiasmo.
En Juan Carlos he descubierto una persona con empuje y con la mente abierta, honesto, integro, entregado, franco y noble.
Juan Carlos no dudó en cargar con el Alien para la sesión de fotos en los Jardines del Turia, no dudo en llevarme a las huertas abandonadas donde fotografiamos al chester en deconstrucción, consiguió aguantar la risa cuando me vió en cueros a través del objetivo de la Nikon y fue capaz de tapizar dos auténticos iconos del diseño, el Papa Bear y el Pelicano.
Con Juan Carlos estoy sintiendo lo que debieron sentir los diseñadores y ebanistas daneses, esos de los que tanto he hablado, el placer por el trabajo y por la creación de belleza y armonía, cooperando de manera intima y cómplice, dejando el dinero en un segundo plano y buscando tan solo la fluidez y la química, la interacción anhelada entre esqueletero y tapicero, trascendiendo a la fría y casi hostil relación entre clientes mediatizados por los costes y los beneficios, alcanzando un entendimiento que genera bienestar, satisfacción y serenidad, placer por el propio trabajo.
La semana pasada Juan Carlos y yo pedaleamos juntos por la Calderona, de la misma forma que hace años mi padre, Jose Castillo, sus hijos, mis sobrinos y yo fuimos a pescar a la marjal de Almenara..., vida mas allá del taller de esqueletaje o de la tapicería, de la tienda en la que siempre se encontrará la atención de Ana, la mujer de Juan Carlos o de Ana, la esposa de Toni...., la familia que da vida a Esver Tapizados y que también me la está dando a mi.
- Me parece que Juan Carlos y tu habéis sintonizado bien -afirma el maño mientras cargamos tres sofás más en su furgoneta.
Sonrío y afirmo con la cabeza mientras recreo los momentos en los que el tapicero se sienta sobre algunos de mis esqueletos y habla..., yo busco otro armazón y me siento, noto como las barras sin tapizar se clavan en mi espalda y escucho al hombre que poco a poco deja de ser tapicero y que termia confesando que a veces no entiende lo que ocurre a su alrededor. Juan Carlos gesticula y niega con la cabeza, se queda callado y me mira.
- Con lo fácil que es sonreír un par de veces al día, coño -termina lamentándose
- Yo tampoco entiendo muchas de las cosas que pasan..., pero trato de que esas cosas no me hagan mala sangre y ni que me hagan cambiar a peor..., me gusta pensar que poco a poco me estoy rodeando de personas autenticas, de personas a las que vale la pena tener cerca y con las que estoy creciendo como persona y como esqueletero..., la vida es demasiado corta como para estar de mala hostia y tocando los huevos a la gente día y noche.
Juan Carlos sonríe y se aferra a los reposabrazos del sillón desnudo.
- Esto habrá que tapizarlo, ¿no...?.
- Pues si, porque tengo las barras del sillón clavadas en la espalda.
Cae la tarde y se escucha la conversación de dos amigos en el viejo taller de esqueletaje, se asoman vecinos y saludan sorprendidos al verlos sentados sobre los esqueletajes sin tapizar.
Y ahora, algo mas de un año después de aquel primer contacto solo puedo decir que la aparición en mi vida de Juan Carlos y de Toni, de Esver Tapizados, ha supuesto un autentico soplo de optimismo, de alegría y de entusiasmo.
En Juan Carlos he descubierto una persona con empuje y con la mente abierta, honesto, integro, entregado, franco y noble.
Con Juan Carlos estoy sintiendo lo que debieron sentir los diseñadores y ebanistas daneses, esos de los que tanto he hablado, el placer por el trabajo y por la creación de belleza y armonía, cooperando de manera intima y cómplice, dejando el dinero en un segundo plano y buscando tan solo la fluidez y la química, la interacción anhelada entre esqueletero y tapicero, trascendiendo a la fría y casi hostil relación entre clientes mediatizados por los costes y los beneficios, alcanzando un entendimiento que genera bienestar, satisfacción y serenidad, placer por el propio trabajo.
- Me parece que Juan Carlos y tu habéis sintonizado bien -afirma el maño mientras cargamos tres sofás más en su furgoneta.
Sonrío y afirmo con la cabeza mientras recreo los momentos en los que el tapicero se sienta sobre algunos de mis esqueletos y habla..., yo busco otro armazón y me siento, noto como las barras sin tapizar se clavan en mi espalda y escucho al hombre que poco a poco deja de ser tapicero y que termia confesando que a veces no entiende lo que ocurre a su alrededor. Juan Carlos gesticula y niega con la cabeza, se queda callado y me mira.
- Con lo fácil que es sonreír un par de veces al día, coño -termina lamentándose
- Yo tampoco entiendo muchas de las cosas que pasan..., pero trato de que esas cosas no me hagan mala sangre y ni que me hagan cambiar a peor..., me gusta pensar que poco a poco me estoy rodeando de personas autenticas, de personas a las que vale la pena tener cerca y con las que estoy creciendo como persona y como esqueletero..., la vida es demasiado corta como para estar de mala hostia y tocando los huevos a la gente día y noche.
Juan Carlos sonríe y se aferra a los reposabrazos del sillón desnudo.
- Esto habrá que tapizarlo, ¿no...?.
- Pues si, porque tengo las barras del sillón clavadas en la espalda.
Cae la tarde y se escucha la conversación de dos amigos en el viejo taller de esqueletaje, se asoman vecinos y saludan sorprendidos al verlos sentados sobre los esqueletajes sin tapizar.
Me sumo a tu declaración de principios para funcionar en la vida, vivan las personas con las que crecer!
ResponderEliminarAsí es Eva, los tiempos no son buenos ni van a serlos, solo nos quedará la gente en la que podamos confiar y cooperar ciegamente.
Eliminar¡Que razón tienes!
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