Me veo recortando las plantillas de un orejero clásico, de patas ranuradas, de respaldo alto, de sentada decorosa, de sentada atenta, vigilante... puede ser el sillón de un empresario de esos que aun dan la cara para lo bueno o para lo malo y que se sienta en el para negociar algo, para reflexionar... y después me vuelvo a ver cortando las plantillas de un sillón algo mas actual, de un sillón de los años 50 que se convertiría en una pieza codiciada en las subastas de antigüedades, es el modelo 807 de Gio Ponti, nada que ver con el orejero clásico, el 807 es anguloso y rebelde, solo quiere soñar recostado, solo quiere divagar en una posición provocadora que sugiere velocidad, descaro... y vuelvo a ver a mis manos que pasan de un modelo a otro sin vacilar, igual tornean que cortan las sinuosas orejas del clásico.
Es trabajo, es la experiencia acumulada por los años, por los errores y los aciertos, es tiempo que no deja de correr pero que cesará y entonces cierto vértigo se apodera de mi y durante unos segundos me quedo paralizado y deseando no saber hacer ninguno de esos dos sillones...sería como volver a empezar, como volver a tener tiempo, como volver a tener 25 años y no 52 que tan solo es la misma cifra pero del revés ¿no...? dejo escapar una sonrisita y cabeceo, ya no hay vuelta atrás solo queda disfrutar de esa experiencia y de los nuevos modelos, esos que me hacen montar en una maquina del tiempo y viajar en el a través de mi imaginación disparatada.